
Siempre es un buen momento para leer poesía, para leérnosla a nosotros mismos o para leer en voz alta.
Para los más pequeños la poesía es música, el ritmo y la rima les engancha y les encanta al mismo tiempo. No hay más que prestar un poco de atención a las canciones infantiles para ver cómo la poesía llena de música sus pequeñas mentes y como van aprendiendo palabras, reconociendo sonidos y disfrutando mientras crecen.
Poco a poco. Día a día. Casi sin que nos demos cuenta nosotros que estamos siempre a su lado.
Hoy os dejo la primer parte de las «Nanas de la cebolla» del genial Miguel Hernández, para que disfrutéis leyendo o leyéndosela a vuestros hijos. Siempre es un buen momento para que descubran la poesía porque cuanto antes lo hagan, antes la amarán y eso siempre es algo bueno, es algo que les hará felices y les regalará momentos de alegría.
¡Disfrutadla mucho!
La cebolla es escarcha
cerrada y pobre:
escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.
En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchaba de azúcar,
cebolla y hambre.

Una mujer morena,
resuelta en luna,
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso.
Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma, al oírte,
bata el espacio.
Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.
Es tu risa la espada
más victoriosa.
Vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol,
porvenir de mis huesos
y de mi amor.
La carne aleteante,
súbito el párpado,
y el niño como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!
Nanas de la cebolla, Miguel Hernández.