
Sí, eso es lo que pienso cada noche cuando «emigro» de mi cama calentita a la de mi peque de madrugada y le veo como se duerme de nuevo tranquilo sólo por saber que su mami está ahí, a su lado.
Las noches, dormir, descansar, relajarse, afrontar la mañana con ojeras o con una sonrisa, con un humor de perros (que pobres perros…) o con un buen rollito contagioso, que todo parezca motivo de broma o que todo parezca que lo hacen a mala leche a tu alrededor…. como cambian las perspectivas simplemente con unas horitas de sueño entre medias….
Desde que llegaron mis hijos a mi vida, la verdad es que mis noches se han resentido bastante en lo tocante al sueño y al descanso.
El primero se bajaba el solo en medio de la oscuridad, de su pequeña camita con menos de dos años(cometimos el error de comprarle una monada de IKEA a su medida…) y trepaba por la nuestra hasta colocarse estratégicamente entre su padre y yo (con muy poca ayuda por parte de sus progenitores, todo sea dicho…) y continuar durmiendo plácida y tranquilamente en su nuevo aposento. Pero fue creciendo y ahora descansa también plácidamente en su cama de adulto, concretamente en la litera de arriba, que por algo es el mayor.
El pequeño no «pisó» la cuna, directamente del colecho pasó a una cama grande, concretamente a la litera de abajo que por algo sigue siendo el pequeño… lo que pasa es que aún necesita del olor y el tacto de su mamá para coger el sueño.
Después de la cena, después de lavarse los dientes, después de escuchar el cuento de cada noche, apagamos la luz y a dormir… hay días que es un proceso casi automático… no da tiempo a nada, en cuanto me quiero dar cuenta tengo a los dos casi roncando (metafóricamente, claro) pero hay otros días en los que veo el proceso e incluso lo disfruto. Con la luz apagada, la habitación a oscuras, puedo adivinar los ojos cerrados de mi peque, como va dando chupetones cada vez más rítmicos y cada vez más largos y lentos a su chupete, como me busca el cuello y lo coge cada vez más despacito y más suave, como se mueven sus ojitos por debajo de sus párpados (para eso ayuda mucho la lucecita del intercomunicador que tengo en su «provisional» mesilla de noche). Poco a poco le veo caer en un tranquilo sueño… ¿cuánto tiempo podré seguir dándole esa tranquilidad, esa seguridad, esa paz….? No lo sé, pero me encanta.
Que conste que las noches no suelen ser por lo general un camino de rosas como ya mencioné al principio de este post… que las tenemos malas, peores e insufribles como todo el mundo, y también de vez en cuando nos regalan con una llevadera e incluso aún más de vez en cuando, con una noche laaarga y perfecta… pero son las menos… no nos engañemos…. y aún así…. pensar que lo echaré de menos…
¡¡ja,ja,ja,ja!!
Bueno… a lo mejor hay cosas que no echaremos taaanto de menos…. pero seguro que no es tan grave…. o… sí…. ¡con el sentido del humor que tú tienes para estas cosas! 😉
…si, si! yo también lo echaré de menos cuando no me tenga que levantar 15 veces a ponerle el chupete, a darle agua y ha preparar 2 biberones antes de que despierte a todos los vecinos!!