
Era así. Un lugar idílico, un rincón precioso y un poco mágico. Llegamos tarde, sobre las siete de la tarde más o menos y nos dió tiempo incluso a darnos un baño en un agua totalmente transparente, cálida y quieta, tranquila, un agua en paz. Después nos sentamos tranquilamente y el sol empezó a esconderse detrás de un «enorme dedo de roca» que se erguía ante nosotros quizás pidiendo silencio. Y lo consiguió porque a pesar de que cada vez eramos más no se rompía la tranquilidad, no había ruidos incómodos, nadie molestaba a nadie. Empezó a sonar música, una música de despedida al sol, para recordarle que debía volver a vernos al día siguiente y el silencio se vió truncado por la música, pero no se rompió la magia, al revés.
Así fue la tarde en Benirrás, muy distinta a la otra tarde cuando vimos en los informativos de televisión cómo estaba la cala, como había ardido sin razón, sin sentido, sin corazón. Como estaba ahora, como la veía el sol cuando se escondía detrás del mar y como ese enorme dedo de piedra que asoma en el mar pide justicia y responsabilidades.
Yo lo ví así… y así lo vivieron y lo disfrutaron los peques, este es nuestro pequeño homenaje a uno de los sitios más bellos que hemos conocido y que nunca volverá a estar así… se recuperará, volverá la vida y volverá la magia pero la herida seguirá abierta y eso no sé si volverá a cerrarse.