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Cada cosa en su sitio y un sitio para cada cosa.
Y en Navidad las “cosas” son las típicas de cada año: regalos, luces, villancicos, más regalos, más villancicos, polvorones, turrones, felicitaciones, aún más villancicos, la misa del Gallo, “¡Qué Bello es Vivir!” en la tele a horas intempestivas, Papa Noel, Los Reyes Magos…. y por supuesto, en Madrid, un paseo por la Plaza Mayor, por los puestos de artículos de broma, de artículos navideños, de artículos para disfrazarse o para esconderse… un paseo inevitable y además incluso puede que divertido, eso sí, un paseo masivo, de masas… de grandes masas…masas de gentes que nos movemos al mismo ritmo y vamos a los mismos sitios a las mismas horas. Sí, somos así…
Todos los madrileños y los que no lo son, los que vivimos en la comunidad, en la ciudad o incluso de otras comuni-dades y si me apuran de otros países incluso, todos acudimos masivamente esos días a la Plaza Mayor.
Porque para que el ritual tenga su encanto hay que ir cuando los peques ya están de vacaciones y a las horas a las que a todos nos apetece salir de casa, con tranquilidad, nada de sacrificios, nada de madrugones, nada de planificar, hay que formar parte de la marabunta y para eso lo mejor, ya puestos, es aprovechar el espíritu navideño….
– ¡Mira que panderetas más chulas, son como las de los pastores! ¿verdad papá?
– Sí, son muy bonitas.. ¿queréis una pandereta chicos?- pregunta el padre imbuido por completo del espíritu navideño más consumista… lo normal, vamos.
Los chicos, concretamente cinco chicos de entre 5 y 7 años, se emocionan pensando en la pandereta y… las madres de los chicos se emocionan pensando en el ruido que van a hacer estos cinco vándalos con la susodicha pandereta navideña pero… los padres van a hacer felices a sus vástagos… ellos son así…
La verdad es que verles cantar villancicos a grito “pelao” y entonando como un gato “panzarriba”, tiene su encanto, incluso para los transeúntes que sonríen al ver su interpretación (pena que no les echen algún eurillo ya que están tan bien puestos en plena Plaza Mayor…).
Lo duro vendrá cuando lleguemos a casa pero bueno… de uno en uno siempre son más manejables…
Seguimos nuestro paseo entre los puestos y nos atacan las máscaras más feas que podamos imaginar…. entre caras de monstruos, de personajes televisivos o de políticos…. ¡uf! no sé con cual quedarme o cual da más miedo…
– Papá, este año compramos un soldado que esté firme – pide uno de los niños
– Bueno, vamos a echar un vistazo a ver si lo encontramos…– concede su padre mientras sigue paseando y buscando el personaje que ha mencionado su hijo.
Esta es otra tradición navideña para muchos madrileños, cada año comprar una nueva figura del Portal de Belén.
Yo nunca he comprado ninguna, la verdad, pero supongo que esta especie de colección de figuras se suele empezar por la familia principal, María, José y su hijo, el niño Jesús.
Y esto es un exceso porque son tres figuras el mismo año y hay que añadir el portal en sí mismo, la estructura, y no sé si viene incluida la cuna en la que está el niño durmiendo en el portal… vamos que el primer año es todo un dispendio económico esto del belén.
Deduzco que luego, en años posteriores, las compras son menos dolosas, la cosa va más tranquila en lo económico, aunque cuando llegamos a los tres reyes magos… o tiramos la casa por la ventana y compramos de golpe los tres reyes con los tres camellos o compramos los reyes ya descabalgados o vamos comprando primero un rey con su camello y los siguientes años los siguientes reyes con sus respectivos camellos…. bueno esto ya depende de la economía de cada uno… pero comprar los seis personajes a la vez… ¡es un gasto importante! ¡y menos mal que no en todas las casas los reyes tienen pajes… porque eso ya saldría por un pico!
Pero lo dicho, una vez superados la familia y las monarquías orientales, lo del belén ya es más económico y es… como una hipoteca, puede durar toda la vida… porque anda que no hay figuritas en el belén… no se acaban nunca los personajes ¿había tanta gente en Belén esa noche? ¿y no se mosquearon las autoridades de la época? qué discretos debían de ser… ¿no?
A lo que vamos…. sin dispersarnos…
La Plaza Mayor de Madrid en Navidades es el sitio más aparente para… perderse pero no en plan playas paradisíacas, no, para perderse literalmente… Menos mal que para eso se inventó el teléfono móvil, mejor dicho, el vibrador del teléfono móvil…. porque con el montón de gente que andamos por allí, lo de oír el móvil es una misión imposible, por muy cerca que tengamos el bolso o el bolsillo… imposible. Lo mejor: el móvil en modo vibrador en el bolsillo del pantalón, o sea: es imprescindible si se va a la Plaza Mayor en esta época: 1º hay que llevar teléfono móvil y 2º hay que vestir pantalones con bolsillo posterior.
– Chicos, no os despistéis no vayáis a perderos porque si nos perdemos aquí… no nos encontraríamos fácilmente ¿entendido? Así que de la mano o por lo menos pendientes de donde estamos todos ¿vale?
Sí, si la teoría les queda clara a los peques pero ¿y a los mayores?… un par de vueltas más por la plaza y… ¡por fin nos perdemos! De un grupo pasamos a ser dos… ¿dónde están los demás?
Esperamos un poco y por fin decidimos usar el móvil para localizarnos.. «
(Continuará…)
je,je,je…
es que lo bueno siempre se hace esperar… ¿no? el bocata en la próxima entrega… para ir haciendo hambre… je,je,je… 😉
y el bocata de calamares???