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Revisando fotos de hace unos años he recuperado estas de un viaje que hicimos cuando el peque-mayor tenía sólo tres años y su hermano estaba a unos meses de hacer su aparición estelar en nuestras vidas. Visitamos la isla de Lanzarote, una isla no muy grande pero con mucho encanto, estuvimos pocos días pero la verdad es que lo pasamos muy bien.
Como es lógico y más yendo con un niño, nos montamos en un camello de una caravana como esta. Nos dió un paseo por las dunas del desierto y la verdad es que lo pasamos genial, fue un momento de risas tanto a la hora de montar en el animal como a la hora de bajarnos de él. El peque-grande se montó encima de su padre y estaba de lo más tranquilo y divertido. ¡Un gusto verle!
Siempre encontramos un momento para dar un paseo por alguno de los rincones más pintorescos de la isla, siempre hay un sitio donde jugar, donde soñar y donde vivir una intensa aventura bajo la atenta vigilancia de la abuela…
Un instante de relax, de descanso porque mamá…. ¡fue muy cargadita a este viaje!…. así que de vez en cuando había que hacer una parada técnica para recobrar el aliento….
Lanzarote es una isla aparentemente dura, seca, oscura es una isla volcánica llena de arena negra y suave. Lanzarote es una isla con un corazón lleno de fuego y calor, algo que no todos pueden decir…
Y en ese corazón de fuego…. resulta que vive un dragón enorme al que alimentan con hierbas secas y al que le dan agua cuando lo precisa y por eso él responde con fuego y humo a los cuidados de los habitantes de esta isla. Un dragón enorme o…quizás dos, que viven tranquilos en en Valle de Timanfaya y en la Cueva de los Verdes. Estas fueron las conclusiones a las que llegó el peque-mayor al término de la visita y… a los adultos nos parecieron de lo más convincente ¿no?
Casas diseminadas por una costa agreste y oscura, pequeños pueblos que guardan la vida entre las paredes encaladas que repelen un calor exterior que se funde con el de dentro de la propia isla.