
Sí, he de reconocerlo, sin duda es una de las ciudades que conozco que más me gusta.
París tiene mucho de esa elegancia chauvinista tan francesa, tienenuna pizca de descaro disimulado y tiene mucho, mucho encanto.
París respira luz, es una luz tranquila, que no agrede, una luz que matizan las nubes y que no avasalla, es una luz pausada pero que siempre está ahí.
Me encanta París y lo que más me ha gustado cuando hemos estado allí, ha sido pasearla, es una ciudad para caminar, para pasear sin prisa a un tempo pausado, sin ritmo ni rumbo. Un paseo junto al Sena, caminar por los Campos Eliseos o por Trocadero a los pies de la torre…
Sí, todos los tópicos parisinos, es cierto pero… por algo será….
Y entre paseo y paseo, nos sentamos un momento en una terraza a disfrutar de un helado… por ejemplo.
Y si nos cansamos de caminar siempre se puede dar un paseo por el gran río y escuchar el fluir del agua bajo los pies de la Torre Eiffel, cuando el sol parece que se despide de ella hasta mañana.
Siempre hay que encontrar un momento para saludar la belleza de Notre Dame aunque sea desde el río para después descansar en su plaza,bueno… algunos, porque otros siempre encontrarán un momento de juego aunque sea dando de comer a las palomas, algo que nos ha gustado a todos cuando eramos más pequeños….
Y en la misma plaza, París nos regala un espectáculo de magia, un teatro para los más peques, unos malabares de salón, un momento de fantasía, un rincón en el que soñar que aún somos pequeños y que la sorpresa es lo cotidiano y la rutina no puede con ella, ni el aburrimiento existe en París.