
Retomamos nuestro paso por el barco, nuestro crucero por las Capitales Bálticas porque aunque ya os conté algunas cosas quedan muchas en el tintero.
Muchas excursiones, muchos descubrimientos sí, pero también había muchas cosas imprescindibles e inexcusables que teníamos que hacer sin dejar en barco.
Algunas nos sorprendieron, otras las hacemos más habitualmente. ¿Quieres conocerlas?
A parte de recorrer el barco de arriba a abajo para ubicarnos.
A parte de nadar en la piscina antes o después de comer.
A la salida de los puertos en los que atracabamos o a la llegada a los nuevos, nos acompañaba toda una corte de gaviotas que se acercan descaradas al barco porque hay mucha comida alrededor y porque incluso, hay viajeros que echan comida a estos pájaros acuáticos, cosa que nosotros no sabíamos pero que aprendimos enseguida.
Cogimos un poco de pan del buffet y se lo echamos a las gaviotas desde el balcón del camarote, imaginaos lo mucho que disfrutaron los peques.
Yo estaba convencida que alguna se posaba en la barandilla del balcón y no es por nada pero ¿habeis visto una gaviota de cerca? no es precisamente un gorrioncillo, no….
Algo que no pueden, ni deben evitar: jugar, jugar y jugar.
No siempre son juegos tranquilos y sosegados, mis peques a veces sacan a pasear su lado más salvaje y suben, bajan, trepan, escalan, saltan,…. son esos momentos en los que me gustaría tener a mano puntos de sutura, betadine, vendas y un buena tila, esto último para mí, por supuesto.
Así que sí, el barco también fue testigo de los juegos desenfrenados de mis peques, como debe ser a fin de cuentas él será un barco pero mis hijos, son unos niños… je,je,je.
Y lo que era inevitable y delicioso y que teníamos que hacer un día sí y otro también desde nuestro barco era ver como se despedía el sol de nosotros presumiendo de colores intensos e inmensos . A veces entre las nubes, otras sumergido en el mar. Un sol trasnochador para nosotros no creais que hablamos de las nueve de la noche, ni las diez,… alguna de estas fotos está hecha pasadas las once de la noche. Los días son laaaaargos y las noches extremadamente breves, un pequeño sueño, nada más. Una delicia, eso sí: con la chaqueta puesta e incluso bien abrochada. Veranito fresquito… ¡¡genial!!