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Ya sabéis que tras la lectura del parto de lamadrenovata (la mamá bloguera más «pinturera» que conozco) me animé a contaros el nacimiento del peque-mayor con pelos y señales aquí mismo
pero como es lógico, no os iba a contar el primero sin contar después el segundo y aquí estamos porque es así, después del primero llegó el segundo. Con un intervalo de cuatro años y diez días eso también es verdad. Mi segunda experiencia en el paritorio con el pequeño de mis hijos, entre nosotras, no tiene desperdicio. En serio. Y no tengo claro que sea apta para embarazadas y esto también lo digo/escribo en serio amigas.

Mis hijos no son madrugadores y lo mismo esto les viene de nacimiento. El primero llegó en torno a las doce de la noche, un poquito antes. Y el segundo no, se hizo de rogar un poco más y llegó de  madrugada, en torno a las tres de la mañana, más o menos cuando cierran los bares.No sé por qué se me ha ocurrido esa comparación, no me preguntéis.

Yo dormía plácidamente junto al santo padre cuando me desperté sorprendida con la extraña sensación de que me estaba haciendo pis encima, así, sin avisar.

Fui al baño y sí, parecía que mi vejiga tenía vida propia, me sentaba y salía algo de líquido, me levantaba y paraba o tenía más incontinencia que Concha Velasco en el famoso anuncio de compresas o la culpable de todo eso no era mi vejiga.

En las pelis siempre hay que ducharse antes de ir al paritorio y mi madre siempre ha sido de esas madres de «ponte muda limpia por si tienes que ir al hospital», así que por supuesto me duché y cuando iba a vestirme desperté suavemente al santo padre… por lo que pudiera pasar.

– Que digo que… o me estoy haciendo pis de forma incontrolada desde hace media hora o lo mismo es que se ha roto la bolsa mientras dormía y estamos de parto.
– ¡¡En serio!! ¿me ducho? ¿me da tiempo? ¿nos vamos ya? ¡¡No tardo nada!!
– Vale, voy a preparar las cosas, pero antes llama a tus padres para que vengan a quedarse con el niño, ten cuidado no les asustes.
– ¡¡Ah claro, ahora mismo!!

Y nos fuimos al hospital. En el coche mis sospechas se confirmaron al ver como iba mi pantalón: se rompió la bolsa mientras dormía. ¿Quién dijo eso de que no hay dos partos iguales? Pues tenía razón.

Llegamos, entramos, nos metieron en una salita de dilatación diminuta y al cabo de un ratillo, cuando la cosa se ponía chunga en lo que a dolor se refiere, me pusieron la epidural y esta vez ¡me conectaron a la dichosa máquina! ¡Qué gusto!

De un parto sin epidural a otro con ella, tengo que reconocer que va un abismo y de los grandes. Ya dilaté lo necesario, charlé con mi chico de todo lo que se nos ocurrió, hablamos por teléfono con los abuelos que habían llevado al peque-mayor al cole, todo rozaba la perfección. Entramos en el paritorio y aún llevábamos la sonrisa puesta. El paso del tiempo se encargó de quitárnosla.

Todo iba estupendamente, la matrona estaba haciendo su trabajo, la enfermera ayudándola, la epidural haciendo efecto y mi chico apoyándome y animándome. Faltaba la ginecóloga y parecía que no iba a llegar nunca.

– ¿Por qué no lo sacamos ya? – preguntó mi chico a las profesionales cuando la matrona le enseñó la cabeza del peque asomando por mi útero.
– No te preocupes, todo va bien, en seguida llega – es matemático, cuando alguien te dice que no te preocupes es porque tienes que preocuparte.

Llegó un momento en el que la epidural me evitaba el dolor pero el agotamiento, la posición, el hecho de tener al bebé encajado tanto tiempo, todo eso me estaba agotando por completo. La matrona mantenía el tipo, hasta que por uno de los ventanucos redondos de la puerta se vió la cara de la ginecóloga haciendo el gesto de que iba a cambiarse antes de entrar con nosotros.

– ¡Qué se lave y que entre ya! – indicó tajantemente la matrona a mi lado mirándola con ojos no de preocupación sino lo siguiente.

Ariel salió de mi cuerpo completamente morado, inmóvil, con los ojos hinchados y la boca muy abierta. Evidentemente necesitó reanimación al nacer y por la tarde se nos privó un par de veces, tuvieron que ponerle un aspirador para limpiarle los líquidos que debía haber tragado durante el parto.

No, no fueron dos episodios amorosos ni deliciosos ni dignos de repetirlos pero trajeron dos preciosidades a nuestras vidas, dos de mis personas favoritas del mundo así que a pesar de todo la cosa no estuvo nada mal.

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9 thoughts on “Y después del primero llegó el segundo

  1. No sé si es porque estas cosas son distintas según las comunidades autónomas o qué, pero en Extremadura, al menos en Mérida, que es donde yo he parido, un ginecólogo sólo entra en el paritorio si es sumanente necesario, es decir, si algo va mal (bebé de nalgas, cesárea, etc.) En el resto de los casos te atienden las matronas.
    En mi caso fueron dos matrones maravillosos que además no hicieron prácticamente nada, salvo darme masajes en los riñones para aliviar las contracciones (sí, por lo visto hay contracciones de riñon, que duelen más), animarme mucho durante los pujos y coserme el pequeño desgarro que me hice.

  2. apuff a veces las historias de parto no son lo que una desearía desde luego pero bueno, a veces es lo que nos toca. Los dos nacimientos de mis hijos tampoco fueron nada bonitos,dentro de poco contaré la segunda historia. besos!

  3. Jolín, estaba yo encantada con tu parto hasta que he leído lo de "no preocuparse" ¡hay que joderse! De todas formas, si la matrona lo llega a ver muy chungo fijo que te lo saca ella, que saben de sobra.

    Está guapísimo el peque peque y muy mayoooor

    1. No sé, no sé, esta tenía pinta de que saber sabía pero no quería responsabilizarse si la cosa se ponía chunga… bueno, a mí y al SantoPadre nos dió esa impresión.
      Un beso hermosa y culpable de que cuente estas intimidades al mundo mundial blogeril… 😉

  4. Uy maja, qué mal rato! Eso sí, tus niños son una monada! El segundo tiene carapillo.
    Lo que me admira es que, después del primer parto, te animaras a tener otro hijo, tú eres una valiente!
    Yo no cuento los míos porque fueron tan normalitos que desentonarían!
    Un beso maja, y gracias por compartir tus experiencias.

    1. Sí, yo creo que un poco insensata sí que fuí y no solo por lanzarme a por el segundo sino porque además ¡¡repetí en el mismo hospital!!… aunque no con la misma ginecóloga, menos mal.
      Un besote guapa y gracias a tí, como siempre. ;-))

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