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Hoy hablamos de alimentarnos mejor con Juan Revenga otra vez, como os había anunciado porque se nos quedaron muchos temas por tratar y son de una importancia tremenda.

Tocamos ya el tema de las dietas al iniciar un nuevo año, hablamos de la obsesión y la presión que se ejerce sobre todo sobre las mujeres con el asunto del peso y hablamos de como eso afecta inevitablemente a la alimentación de la familia.

Hablamos de ello con Juan Revenga, biólogo y dietista-nutricionista pero como os decía, se quedaron muchas cosas por tratar así que hoy nos centramos en obesidad infantil, en una alimentación correcta en familia e incluso en cómo la crisis económica se transforma en crisis alimentaria en muchos hogares.

Si no leísteis la primera parte de la entrevista AQUI tenéis el enlace para que no os la perdáis. 


– Juan, es inevitable que teniéndote aquí te pregunte por el problema de la obesidad infantil en nuestro país ¿qué nos está pasando en la mesa? ¿crees que se puede achacar exclusivamente a la falta de tiempo de la mamá que trabaja fuera de casa?

– La obesidad tanto en el caso de los más pequeños como en el caso de los adultos es problema con múltiples causas. En el caso del especial aumento de la obesidad infantil en los últimos años (no tan “especial” porque ese aumento en los adultos tampoco va a la zaga), me parece una irresponsabilidad simplista el achacarlo a las madres y a que de un tiempo a esta parte haya más madres que trabajen fuera de casa. 

Es fácil buscar culpables así, a lo tonto, cuando dos variables evolucionan en el mismo sentido (las mujeres trabajan más fuera de casa y la obesidad infantil aumenta) pero que dos cosas cambien de forma aparentemente acompasada no quiere decir que estén relacionadas.

En cualquier caso sería plausible un razonamiento que explicara esta posible relación. Este razonamiento sería que como antes las madres dedicaban más tiempo a la educación alimentaria de los hijos y ahora tienen menos tiempo, esa educación se ve mermada.

Como digo es plausible pensar así, pero no está demostrado y, de estarlo, este elemento sería uno más entre muchos otros a la hora de explicar los cambios en el peso de los más pequeños de un tiempo a esta parte.

El caso es que esa posible preocupación que ofrecían las madres anteriormente al estar más en casa y ser estas las únicas implicadas en este asunto no ha sido asumida en la actualidad por la unidad parental.

¿Necesitan los niños que nos preocupemos los adultos por su alimentación? Sin lugar a dudas, pero no solo las madres. Los padres tanto como ellas, y otras personas de su entorno también deben de implicarse. Y como se ha dicho siempre, no se trata de “ayudar” más, se trata de implicarse y de asumir esta responsabilidad de igual forma.

– Y por ser algo más positivos, más optimistas, ¿podrías ofrecer unos puntos, unas pautas sencillas para seguir una alimentación más sana en familia? que no haya que hacer un menú para cada uno, ¡¡por favor!!

– Porqué no volvemos la vista hacia atrás apenas 30 ó 40 años. Hablo por mi experiencia personal tanto por la vivida como por la observada… ¡en mi casa todos comíamos lo mismo!

Y por lo que sé en la mayor parte de las familias de mi entorno sucedía igual. ¿Qué sabían nuestras madres y padres que al parecer no sabemos ahora? ¿Qué información se ha perdido en el camino que supone una sola generación?

Creo que la mejor pauta que se puede dar en este sentido es la búsqueda de la normalidad. Qué cada uno en casa haga comidas diferentes o que coma lo que se le antoje no es muy normal por mucho que la aberrante información dirigida a los niños en la revista “Reportero Doc”  (nº 214) que mi hija Adriana (9 años) sigue, pueda hacer creer o invitar a hacer.

Según leo en esta revista (ver foto de arriba):   “Diana [la madre se supone] va a tomar pollo con calabacín al vapor, porque quiere cuidar la línea; Marcos [el padre] sirve pollo al curry, un plato que él había preparado y congelado. Lo ha calentado en el microondas. Flavia [hermana mayor] cuenta que en el comedor del cole ha comido pescado rebozado. Julio [hermano intermedio que juega con una consola sentado a la mesa, algo no muy educativo que se diga] preferiría comer pizza o una hamburguesa y la niña pequeña de unos 2 o 3 años, no “dice” nada pero se le ve comer una especie de puré.»

Perdonen señores editores de “Reportero Doc” pero eso no es lo “normal” por mucho que sí sea (tristemente) lo habitual. A día de hoy, en mi casa, todos comemos lo mismo salvo contadísimas excepciones, como siempre ha habido. Esas excepciones se deben a esas preparaciones o recetas (más que alimentos) que puntualmente a alguien no le gustan y que además, como cuento en esta entrada de mi  blog, pueden cambiar de un momento para el siguiente.  

Así pues tres únicos puntos clave genéricos que yo daría para seguir una alimentación sana en familia son:  

  • Todos comen lo mismo, al menos desde que los niños tienen una edad como para llevarse ellos solos los cubiertos a la boca.
  • Planificación y organización para prever con antelación qué se va a comer en el futuro, al menos con una semana de anticipación.
  • Tener claras cuáles son las claves para hacer correctamente dicha planificación.

Si no se tienen claros estos conceptos recurrir a un dietista-nutricionista, un profesional que tiene una perspectiva mucho más amplia en este terreno que cualquier otro profesional sanitario.

– Leía hace poco que la crisis económica que estamos padeciendo en España, ha hecho que muchos papás hayan abandonado la bollería industrial que ofrecían a sus hijos como merienda y hayan regresado al bocadillo y al pan de la panadería ¿cómo ves esto como profesional de la nutrición?

– Pues la verdad es que en este aspecto no estoy muy de acuerdo. Las actuales circunstancias económicas (no soy mucho de referirme a ellas como “crisis”) no facilita precisamente el comer mejor y si más al contrario, el comer peor.

Al menos desde mi perspectiva (cuando no se suele tener una especial preocupación y conocimiento sobre estos temas) el tener unos patrones de alimentación más saludables suele ser más caro que tener unos patrones menos recomendables.

Los alimentos superfluos, los del vértice de la pirámide de la alimentación saludable, los menos recomendables se nos ofrecen muy a menudo como una solución más cómoda y económica y para ilustrarlo aquí y aquí
van un par de ejemplos.

De hecho un reciente estudio de la Universidad de Harvard ha cuantificado (en la población estadounidense) el valor de una “cesta de la compra saludable” comparándola con otra “cesta menos saludable”.

Las conclusiones: Las dietas saludables son cerca de 1,1 €/día más costosas que aquellas menos saludables. Nada aparentemente grave hasta que llevamos esta cifra a valores anuales y lo multiplicamos por el número de miembros de una familia (por que estos 1,1€ de más son por persona).

El resultado es que, por ejemplo, en una familia de 4 miembros el seguir una dieta saludable que otra que no lo sea tanto suponen 1.600€ de más por año lo cual ya no es tan fácil de asumir a la luz de las actuales circunstancias económicas.

Se puede ver mi comentario al estudio en cuestión en este enlace. De vuelta a la pregunta y sin saber cuál fue la fuente de información que leíste y que aportaba el dato de “la vuelta bocadillo”, habrá que ver también qué es lo que se pone dentro de esos emparedados.

Al final, las diferencias nutricionales entre un bollo y un bocata con crema de cacao tampoco te creas que son tantas. Lo digo porque a veces lo que los padres creen que es saludable y lo que realmente lo es no coincide, véanse ejemplo 1 y ejemplo 2.

– Las mamás peleamos con las apetencias de los demás miembros de la familia y ya sabes que a nadie le gusta vivir en una constante lucha pero, ¿cómo hacerlo, cómo argumentar para que los peques admitan comer determinadas cosas que no son las que les gustan?

– Sin presiones, dejar claro desde un principio, y este principio se remonta al momento de la lactancia (sea como sea que se practique) que lo que hay para comer es lo que hay para comer. Ofrecer a los niños un catálogo de opciones saludables dentro de la normalidad a la que antes aludía (con sus excepciones que son parte de esa normalidad).

No puedo sino repetirme en mis argumentaciones y para ello citar un
documento
del Grupo de Revisión Estudio y Posicionamiento de la
Asociación Española de Dietistas-Nutricionistas (GREP-AEDN):

«Los niños empiezan a asimilar y a mimetizar las selecciones de alimentos de sus cuidadores de manera muy temprana, incluso antes de ser capaces de apreciar las implicaciones de dichas selecciones (Sutherland LA y cols., 2008).

Esto es particularmente relevante si se tiene en cuenta que en la etapa infantil se incorporan la mayoría de los hábitos y prácticas alimentarias de la comunidad. Así, tanto las preferencias como aversiones hacia determinados alimentos están fuertemente condicionadas por el contexto familiar (Domínguez-Vásquez P y cols., 2008).«

«Una investigación […] expuso a 120 niños de entre 2 y 6 años a 73 alimentos distintos y se les instó a que realizasen “la compra”. Las compras fueron muy similares a lo que los respectivos cuidadores compraban de manera habitual, hecho que apoya la teoría de que existe una influencia clara del modelo de los adultos.

Así, la compra de bebidas o alimentos clasificados como saludables por dichos niños se asociaron de forma estadísticamente significativa con lo que sus cuidadores habían declarado comprar habitualmente en una encuesta previa, pese a la corta edad de los niños (Sutherland LA y cols., 2008)»

«Aunque los niños valoran sus propias preferencias de “sabor” a la hora de seleccionar uno u otro alimento la selección también tiene en cuenta las preferencias de sus padres o cuidadores, y esto se observa incluso en niños de entre 2 y 6 años (Birch LL y Fisher JO, 1998; Neumark-Sztainer D y cols., 1999). De manera similar a estos hallazgos, otros estudios muestran que este comportamiento se extiende a la adolescencia (Michela JL y Contento IR, 1986; Contento IR y cols., 2006)

Es decir, la influencia de los adultos no sólo abarca lo que estos ofrecen a los niños para comer, o los consejos que dan al respecto de la alimentación, sino sobre todo el modelo que ofrecen a dichos niños. Su manera de alimentarse, por tanto, se puede tomar como un marcador de cómo se alimentarán los niños en el futuro (Sutherland LA y cols., 2008). Una revisión de la literatura al respecto de este particular deja claro que “El rol que desempeñan los padres o cuidadores podría ser un mejor método para mejorar la dieta del niño que los intentos de controlar su dieta” (Scaglioni S y cols., 2008).

Otra revisión, en este caso una revisión sistemática que evaluó a 60 publicaciones científicas, mostró que este rol o modelo ha demostrado asociarse a un mayor consumo de frutas y hortalizas por parte de los menores (Pearson N y cols., 2009)»

Lo que, todo ello y en resumen se podría sintetizar como si tu comes bien, ellos comerán bien al menos las probabilidades de que lo hagan serán mayores.

No me queda más que añadir. Me parecen unas respuestas llenas de sentido común y de sensatez, a veces es lo que más nos cuesta aplicar a nuestras dietas y sí, estoy de acuerdo en que las publicaciones y las publicidades no es que ayuden mucho.

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2 thoughts on “Hablamos de alimentarnos mejor con Juan Revenga, de nuevo

  1. En casa, comemos todos lo mismo. En mayor o menor cantidad, pero es un plato para todos. Nada de exquisiteces para uno, y otra cosa para otros. Además trato de variar en las cenas (que es lo único que hago entre semana), para que las niñas no se aburran. Eso sí, de postre siempre o fruta o yogur. Y ayer… dos plátanos… Y luego me quejo de que se me ponen malos enseguida.

    1. Jejejeje.. Yo creo que se reduce al ejemplo que pones de lo que hacéis en casa, aplicar el sentido común por el bien de los peques sobre todo, por su salud, por su educación,.. en el fondo porque les queremos. Es más complicado que darles siempre lo que ellos piden pero es que ellos realmente no saben lo que deben comer, para eso estamos nosotros, sus padres, los adultos responsables… ¡¡vamos digo yo!! ;-))

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