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Hoy, os llevo a una en la que estuvimos hace algunas semanas y que nos gustó un montón. La disfrutamos  y la recorrimos, incluso un
rato nos subimos en su tren turístico para no cansarnos demasiado por algunas de sus empinadas calles. Viajamos a la ciudad medieval de Trujillo en Cáceres y os contamos la experiencia para que os animéis a descubrirla si no la concéis aún.

Las ciudades con cierto aire medieval tienen un encanto especial. A nosotros nos encantan, de hecho este verano ya tenemos planificado visitar algunas que otras fuera de nuestras fronteras pero eso ya os lo contaré cuando ocurra.

Os pongo en antecedentes, nos fuimos un fin de semana a Cáceres. Primero recorrimos la ciudad por la noche de la mano de unos trovadores y cuenta cuentos muy especiales y os lo conté con pelos y señales en este post.

Tuvimos tiempo de sorprendernos en uno de los museos que más nos ha sorprendido últimamente y con un entorno alrededor que nos terminó de enamorar por completo, como yo soy así de contároslo todo, pues os relaté nuestra visita al Museo Vostell en este otro post.

Y ya a la vuelta, el últimos día, nos dió tiempo a parar y recorrer Trujillo y claro ¿cómo no os lo iba a contar ahora mismo? 

Trujillo es un municipio relativamente pequeño que según el INE no llega a los 10.000 habitantes y sin embargo tiene una población turística muy importante con varios miles de visitantes al año que recorren sus calles casi a diario.  

Es evidente que el pasado de Trujillo está directamente ligado al descubrimiento de América por parte de Cristobal Colón y es que le acompañaron en sus viajes trujillenses agerridos como Francisco Pizarro conquistador de Perú o Francisco de Orellana descubridor del río Amazonas. Ambos nacidos en esta villa.

Es lógico ver como hay más ciudades con este mismo nombre en países como Perú o Venezuela ya que habitantes de Trujillo salieron mucho a hacer “las américas” en esa época tan complicada para muchos españoles mientras que otros se enriquecían con el oro de ultramar, lo mismo no se diferencia tanto el pasado con nuestro presente pero esa es otra historia.

Es curioso saber por ejemplo que el escudo heráldico de Trujillo es de los más antiguos de Extremadura, viene desde la Edad Media cuando fue confirmada una versión inicial, la actual la confirmó en 1880 el entonces rey Alfonso XII. 

Y esto de los escudos ahora no creo que tenga la misma importancia que en la época medieval pero da una idea del prestigio de la ciudad en ese momento histórico tan impactante y novedoso tanto para los españoles como para los americanos.

Trujillo es famosa por sus monumentos aunque en mi familia se hizo famosa también por sus cuestas, lo que nos animó a montarnos en el tren turístico que recorre las calles más empinadas y más estrechas del casco antiguo llegando hasta el castillo, un antiguo alcázar árabe que merece mucho la pena visitar pero que es conveniente recorrer con cuidado, sobre todo si os animáis a subir a sus murallas.

No podía soltar de la mano a ElCanijo os lo confieso, me daba la sensación de que una vallita o una barandilla en algún punto no habría estado de más.

De la capilla con la virgen que se gira cuando le echas una moneda o del cartel sobre el enchufe de la emisora de la policía local, ya mejor hablamos en otro momento pero os confirmo: tenemos un país muy de Berlanga y de Azcona, por mucho que pasen los años y puede que eso sea parte de nuestro encanto, no lo descartemos.

Obviamente antes o después hay que
reponer fuerzas en alguno de los numerosos establecimientos que jalonan la
plaza mayor de Trujillo que tiene en una de sus esquinas una de las ventanas
más bonitas que hemos visto desde hace tiempo.

La pena es que daba la impresión de que el edificio donde se abría esa ventana estaba un poco abandonado bueno,
un poco bastante la verdad.

Reponemos fuerzas, comemos algo rico,
descansamos, subimos al tren, paseamos su conjunto histórico, conocemos alguna
de sus historias como ciudad y marchamos de vuelta a casa esperando que
volvamos pronto a recorrer las empedradas calles por las que aprendió a correr
a caballo Pizarro antes de recorrer el Machupichu.

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