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Los niños crecen e incluso los seis años se nos van quedando atrás y vamos descubriendo que hay mucha, mucha vida por delante ¡y mira tú qué bien!
Crecen y con ellos sus cuerpos a veces a una velocidad mayor que sus mentes, es así, es ley de vida.  Llegó el momento de las hormonas y en
algunos casos aparecen los conatos de sorprenderse con su propia sexualidad y para eso ahí estamos las madres y los padres… ¡para lidiar con el nuevo “miura” que se nos acaba de presentar en casa!¡uno más!

Pues sí, pasados los seis llegan los siete, los ocho y cuando empiezan a asomar los nueve y los diez la cosa se va complicando y con los once y los doce ya ni os cuento como se enredan los caminos y el laberinto se complica.
A veces no es que vayas por el salón con tranquilidad abrochándote la chaqueta, es que vas por un campo de minas lleno de hormonas, con toda tu inconsciencia y no sabes por donde estás pisando.
Sí, les queremos, venga partamos de ahí, les queremos muchísimo, eso es innegable pero de nuevo, otra vez en esto de la maternidad y la crianza, una vez más resulta que estamos ante una novedad, algo para lo que no, no estamos preparados.
También es verdad que tampoco lo estaban nuestros padres en su momento cuando las hormonas arrasaron en nuestra vida pero claro, esa es otra historia que como siempre, ahora la entendemos mejor.

No, no es culpa suya como en el pasado
no fue culpa nuestra.No, no lo hacen por fastidiar ni por
enervarnos, aunque pueda parecérnoslo en algunos momentos.No saben qué les pasa, para ellos
también es nuevo y lo gestionan como pueden.

Pero no es justo que simplifiquemos
tanto y que reduzcamos todo su proceso de crecimiento a que se trata de una
cuestión hormonal, no es sólo eso. Esto es la novedad que se suma a su
constante cambio, un cambio en el que está viviendo desde que nació, en una evolución
constante,
en un proceso que obviamente no ha llegado a su conclusión ahora que
tiene en torno a los ocho, nueve o diez años.
Este crecimiento lo denominan los
científicos como “neurogénesis”, un crecimiento que es más intenso en la
infancia y en la adolescencia.
Se produce un aumento en la velocidad y en el
flujo de conexión entre las distintas áreas del cerebro y la conclusión a la
que han llegado es que cuanta más comunicación hay entre las dos partes del
cerebro, más eficiente es el control de un mismo.
Lo que también señalan los científicos
es que será en torno a los 25 años cuando se alcance gran parte de ese control
dado el desarrollo de la corteza prefrontal.
Sí ¿habéis echado cuentas vosotras
también del tiempo que nos queda hasta que se alcance esa maduración y se
detenga ese crecimiento?
Armémonos de paciencia porque parece
que la preadolescencia y la adolescencia nos va ocupar durante la próxima
década… ¡por lo menos!
¿Alguna sugerencia?
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