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Sí, los bebés son adorables y los adolescentes complicados, esto es una verdad tan irrefutable como inevitable porque los adorables bebés deben crecer aunque eso implique esa transmutación en una especie de Mr.Hide que no siempre es fácilmente controlable.
 
Mi bebé creció y se esfumó de la noche a la mañana como quien dice y ahora tengo por la casa a un adolescente. He llegado al peor momento en esto de la crianza según los últimos estudios ¡y yo sin saberlo!
 

Las noches en blanco por los lloros, los cólicos, las tomas nocturnas, los pañales sucios, los dientes o la pérdida del chupete, eran una minucia comparada con lo que se nos viene encima a partir de su décimo segundo cumpleaños.
 
No lo digo yo, lo dice el último estudio realizado por las profesoras Suniya S. Luthar y Lucia Ciciolla, de la Universidad de Arizona, en EEUU. Lo han titulado “What’s feels like to be a mother” y han llegado a la conclusión de que para una madre, los niveles más altos de angustia llegan cuando su hijo cumple los doce años, cuando se empieza a despertar el monstruo de la adolescencia en su interior.
 
Entrevistaron a unas 2.250 mujeres con estudios universitarios ¿por qué? Pues porque curiosamente este segmento de población es el que menos se estudia y es el que más tiempo dedica a sus hijos aunque trabaje fuera de casa. Curioso ¿verdad?
 

Hola, soy su pubertad

Los primeros cambios hormonales, los granos, los cambios físicos, la voz, los nuevos amigos, las nuevas realidades, el entorno escolar que se complica, los nuevos contactos con el alcohol, con el sexo, con sustancias legales o ilegales… todo eso se empieza a vislumbrar a partir de los 12 años en millones de hasta ese momento niños en todo el mundo que empiezan a dejar de serlo.
 
Obviamente las circunstancias son distintas en cada país, en cada ciudad, en cada barrio pero hay algo que coincide según han podido comprobar las autoras del estudio: las madres estamos en primera línea cuando se producen esos cambios en nuestros hijos. Y nos angustiamos, nos asustamos, sufrimos y nos preocupamos, mucho.
 
Empieza de nuevo el complejo de culpa ante una situación desconocida y de la que habíamos oído hablar muy poco. No es lo mismo ser tú la adolescente que ahora convivir y educar al adolescente en el que se ha convertido tu hija o tu hijo. ¿Lo habré hecho bien?¿Le habremos educado correctamente?
 
Las investigadoras hablan de “la separación que más duele” justo en este punto, cuando nuestro hijo comienza a separarse psicológicamente de sus padres. Sí, es ley de vida pero no por eso es menos desconcertante ¿no?
 
Pasar de “los besos mágicos que curan” a las malas contestaciones es muy duro y nos hiere, eso es así. Los niños y las niñas empiezan en general a hacer menos visibles sus muestras de cariño hacia sus padres y eso también nos duele.
 
Nosotros los adultos no hemos cambiado, les seguimos viendo vulnerables y necesitados de afecto y ayuda, ellos empiezan a tratar de mover sus alas, tratar de tomar decisiones, tratar de conocerse a sí mismos y de crecer.
 
Hasta ahora sólo han crecido físicamente ahora tienen que hacerlo en más aspectos que les son completamente nuevos y a nosotras también.
 
 

Agotamiento del ego

Así es como definen la sensación de las madres las dos investigadoras responsables del estudio.
 
Porque ellas siguen organizando las actividades de sus hijos y además ocupándose generalmente de sus desplazamientos tanto por estudios como por nuevo ocio, salir con los amigos, quedar.
 
Ellas siguen, seguimos, realizando esas “labores invisibles” pero no encuentran la respuesta afectiva que había antes, comienzan las respuestas más rudas, los cambios de humor de los preadolescentes que tenemos en casa.

Todo eso hace que las madres sobre todo se sientan desorientadas y vacías en el plano emocional.

La pubertad es una etapa desconocida, mucho menos estudiada que la adolescencia e infinitamente menos comentada que la infancia y si no me creéis no dejéis de ver en este video a Carles Capdevilla, director del diario “Ara” y padre de hijos adolescentes, postadolescentes y preadolescentes.
 

 

Recuperando espacios

No hay más solución que seguir hacia adelante, no hay más ayuda que la que nos demos entre nosotros, no hay manual ni libro de instrucciones en esto de educar y convivir con un adolescente sin que nos arranquemos los pelos.
Lo más recomendable es que poco a poco vayamos recuperando espacios, propios y con nuestra pareja si la tenemos, espacios para los dos.
 
Porque según todos los estudios, la relación con la pareja desciende a los niveles más bajos en esta etapa familiar y los enfrentamientos son más frecuentes. No, no es bueno pero es lo más común en las distintas familias.
 
La culpa no es de nadie, la convivencia se ha complicado y hay que echar pie a tierra y plantearnos una estrategia conjunta en la que nadie salga herido.
 
Y siempre nos queda el consuelo de que sólo es una etapa, no es para toda la vida y esos cambios de humor se atemperarán antes o después… ¡¡recemos para que sea antes!!

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2 thoughts on “Mi bebé desapareció y un adolescente entró en mi vida

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