
Cuando las administraciones ponen las cosas fáciles lo más inteligente es que lo aprovechemos.
En nuestra visita al Museo de la Sal de la que ya os hemos hablado y que nos dejó tan buen sabor de boca, nos enteramos de que nuestro guía nos podía llevar a recorrer el Acuario de Santa Pola.
En esta casa somos bastante aficionados a los acuarios, hemos visitado varias veces el de Madrid (porque nos pilla cerquita de casa y porque es muy interesante). Hemos recorrido el acuario de Lisboa y nos hemos sorprendido en el Oceanographic de Valencia, incluso tuvimos la suerte de comer en su restaurante.
Cuando además supimos que en esa misma visita al acuario, se incluía acceder a la lonja de pescado, algo que ya no está abierto al público en general y todo ello al mismo precio: gratis, pues no hubo que pensar nada más ¡allá que nos apuntamos los cuatro!
Una tarde llena de peces

Y así fue, empezamos por la lonja del pescado donde se vende lo que por la mañana han recogido los barcos de la zona que no son pocos porque el puerto pesquero de Santa Pola es uno de los más activos del Mediterráneo.
Entramos en grupo, siguiendo a nuestro guía y después de unas breves explicaciones en el interior sobre lo que debíamos o no debíamos hacer una vez dentro y sobre lo que nos íbamos a encontrar.

El acuario de Santa Pola tiene unas instalaciones pequeñas si las comparamos con otros grandes acuarios, es el más antiguo de la Comunidad Valenciana y se centra en mostrar parte de la fauna y flora marina de la zona mediterránea.
El agua de sus nueve grandes acuarios entra directamente del mar, de trata y se impulsa a los tanques donde se encuentran las especies marinas, la mayoría de ellas donadas por los pescadores de Santa Pola.
Quizás lo que más nos gustó de todo lo q pudimos ver fueron los huevos de tiburón casi a punto de eclosionar. A través de la fina membrana se podía ya adivinar las formas de lo que en unos días se
convertiría en una cría de tiburón.

Si estáis pensando si les gustó a los niños, acertáis, a ellos les encantó descubrir al pez más anciano del acuario, ver los gusanos y los erizos de mar y sorprenderse con los huevos de tiburón.
Una de esas excursiones tranquilas para pasear despacio, para detenerse delante del acuario que a cada uno más le apetezca, para aprender a cuidar y a respetar nuestro entorno marino y para comentar entre todos a la salida.