
Mañana es el Día Internacional de la Felicidad, mañana, no podía ser otro día, tenía que ser el 20 de Junio y da igual lo que ocurriera ese día o por qué se decidió por quien lo decidiera que fuera ese día, a mí me empieza a preocupar que nos pongamos demasiado intensos
con estas cosas y que al final no sea más que otro engañabobos más, en este caso el día en el que es obligatorio ser feliz.
Sí, hoy me ha dado por ser poco cuqui y algo más rancia o reflexiva o analítica que para el caso viene siendo lo mismo pero ¿y tú qué entiendes por felicidad? Porque esa sería la pregunta para lo que pretende ser este post.
Hace un par de años escribía que la felicidad al final (y al principio, no nos engañemos) está en los pequeños detalles, que no es un estado continuo, no es como un dolor crónico pero al revés. Son pequeños momentos en los que parece que el universo se recoloca y el tiempo juega a tu favor.
Pequeños, duran muy poco y quizás por eso, por ser efímeros nos damos cuenta cuando dejamos de sentirnos así que en esos momentos estábamos en un estado de felicidad completa.
No había nada más allá de ese momento y eso es bueno porque puede que volvamos a sentirlo en algún momento.
Que se haya terminado no quiere decir
que no vaya a volver nunca.
De hecho, quizás si nos lo planteáramos de este modo puede que fuéramos mucho más felices porque sabiendo que no son eternos pero que se pueden repetir en cualquier momento, sin avisar, la expectativa
nos puede hacer ver nuestra propia vida de una forma más positiva.
Es un poco como dice Rafael Santandreu, disfrutemos las cosas, los momentos, siendo conscientes de que pueden desaparecer, de que las podemos perder y que tenemos que seguir con nuestras vidas.
A lo que yo le añado que en cualquier momento pueden volver a sorprendernos y a pintarnos una sonrisa en los labios. Igual que se van vienen ¿por qué no?
Felicidad que no resignación

Sí, no nos confundamos que no tiene nada que ver. Una cosa es que seamos conscientes de lo poco que dura lo bueno y otra cosa es que nos resignemos.
apuesta por ir contracorriente y por dejar de pagar por cosas que no necesito con tiempo que sí necesito.
todas las actividades que hagan.

La felicidad al cien por cien, en todo momento y si no lo consiguen que sea por culpa de ellos, que se frustren, que se encuentren fracasados y hundidos. No sé, lo mismo soy yo pero es que últimamente esta especie de obsesión porque todo nos haga feliz me parece que
no es lo que parece o no busca lo que debería.
Me pasa un poco como lo que comenta Alberto Royo, músico, profesor y autor de libros, sobre la intención o no de idiotizar a la sociedad. Él habla de meter la búsqueda de felicidad en el colegio y sacar el valor del conocimiento y eso le preocupa, a mí también.
Recuerdo mi etapa escolar como una época feliz en general y sé que fui feliz porque tuve más momentos divertidos que tristes o angustiosos pero también los hubo y me hicieron como soy.
Quizás soporto mejor la frustración o los miedos o las presiones porque aprendí en la escuela a enfrentarme a pequeñas frustraciones, pequeños miedos y pequeñas
presiones.
Pero todo ello estaba arropado por mi obligación de aprender, de adquirir conocimientos que me ayudaran a ser feliz, a analizar, a sopesar, a pensar por mi misma en muchos momento, porque a la escuela iba a aprender a vivir no a aprender a ser feliz.
No sé… últimamente tengo la sensación de que nos quieren convencer de que no somos felices porque no
queremos aunque en el fondo, lo que les molesta es que sabemos que somos felices la mayor parte del tiempo, incluso cuando nos damos cuenta de su manipulación.