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Hace sólo unos días leía una frase de esas que te dejan parada pensando, “somos la primera generación que entiende lo que está pasando con el clima y posiblemente seamos la última que puede evitar la catástrofe a la que nos dirigimos”.

No tenemos ningún derecho a hacerles eso a nuestros hijos ¿no os parece? Si somos nosotros la última generación, los últimos que podamos evitar la catástrofe climática, tenemos la obligación de hacerlo, ni siquiera intentarlo: hacerlo.

El autor de esa frase que debería sacudirnos por dentro es profesor de Filosofía Moral en la Universidad Autónoma de Madrid, se llama Jorge Riechmann y además es miembro de la ONG Ecologistas en Acción y la decía en una entrevista muy interesante que le hacían en Ctxt.

Y pone justo el dedo en la llaga, el sistema económico, el capitalismo, es el peor depredador para nuestro planeta y nosotros lo sabemos pero no nos planteamos cambiar.

No nos atrevemos, pensamos que es la única alternativa posible y mientras tanto nos vamos matando.

 

 

No nos planteamos que el bienestar humano debe ser compatible con los límites biofísicos del planeta y nos estamos dejando la vida en ello y lo que es peor, la de nuestros propios hijos aunque no tengamos ningún derecho a hacerlo.

 

 

Evitar la catástrofe

13 millones de toneladas de residuos plásticos acaban en los océanos del planeta, en los estómagos de los peces, de las aves, en los fondos marinos, asfixiando los corales y las algas, matándonos a nosotros mismos.

Parece que la Unión Europea por fin va a tomar medidas al respecto aunque vuelvo a la reflexión de Riechmann: es el capitalismo, amigos.

Eso sí, lo que no hacen los gobiernos lo empiezan a hacer los ciudadanos y eso es muy bueno.

Porque a la larga, entre todos, podemos obligar a cambiar a esos gobiernos negacionistas que ponen por encima de sus ciudadanos los beneficios económicos propios, los personales, lícitos o ilícitos eso ya da igual cuando de lo que hablamos es de catástrofe climática.

En Galicia se ha puesto en marcha el “Proxecto Terra” hace ya diecisiete años.

Un proyecto que educa y provoca en los niños una mirada crítica ante la situación que estamos viviendo para que ellos también nos obliguen a evitar la catástrofe, para que sean ellos los que nos obliguen a reaccionar. Los que nos lo exijan.

 

 

A través de la arquitectura y el paisaje gallego surge este programa del Colexio Oficial de Arquitectos de Galicia que arranca de un grupo de profesores de educación secundaria y superior que piensan que aprender sobre paisaje y arquitectura es aprender sobre cómo construimos una comunidad, cómo habitamos los espacios.

Por eso se trata de conocer el espacio, el paisaje y la arquitectura más cercana, la que a veces menos conocemos y la que demasiadas veces más castigamos.

No hace falta recordar los tremendos incendios forestales que cada año castigan Galicia, por poner sólo un ejemplo.

 

Piensa en global, actúa en local.

 

 

En Hamburgo, en 1994 surgió el proyecto 50/50, hoy son más de 500 colegios, más de 50 edificios públicos y más de 13 países europeos los que se han sumado, entre ellos un colegio público de Madrid.

La idea es que se ahorre energía en cada centro educativo mediante medidas de eficiencia energética adoptadas por alumnos y profesores.

La mitad de ese ahorro regresa a la escuela como aportación económica, la otra mitad es el ahorro neto que se aprecia en las facturas.

Después son los propios alumnos del centro los que deciden en asamblea en qué gastan el dinero que regresa a su colegio.

La sensación de pertenencia, de comunidad, de colaboración.

La democracia directa, la puesta en común de ideas y prioridades, la expresión en público, la información sobre lo que es mejor para el conjunto, son infinitas las áreas sobre las que trabajar con propuestas transversales como estas.

 

Las administraciones despiertan

Lentamente muy lentamente, parece que algunas administraciones despiertan y toman medidas que a veces son poco populares porque no se han hecho nunca.

Son medidas valientes y sobre todo, son medidas que van en contra del capitalismo que nos dirige día a día.

En Madrid, el ayuntamiento ha decidido que hay que priorizar la respiración de los ciudadanos por encima de la comodidad de algunos, la polémica está servida porque hay quien no termina de distinguir entre igualdad y justicia social.

Con pasos pequeños pero interesantes, la Comunidad de Madrid se une a esta tendencia. Ha anunciado hace unas semanas que va a reutilizarse la energía del metro ahorrando el equivalente al consumo de 1.000 hogares al año.

Concretamente la energía que liberan los trenes al frenar va a ser la que se derive al resto de la red eléctrica del metro.

Para economistas como Nordhaus tenemos las herramientas económicas suficientes como para evitar la catástrofe climática.

La ciudadanía se plantea acciones y soluciones, las administraciones locales también, vamos dando pasos pequeños ¿estaremos llevando la velocidad adecuada?

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