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Sinceramente, me encanta no tener que irme a los fríos nórdicos para hablar de éxitos educativos. Aquí al ladito, los vecinos portugueses están demostrando que a la hora de mejorar la educación de un país, si se quiere se puede.

En este caso sacar unas notas espectaculares en todos los parámetros educativos, además de salir de la crisis económica sin flagelar a la ciudadanía pero ese es otro tema.

 

Hoy os traigo luz al final del túnel, esperanza con sabor a pasteis de nata en lo que a educación se refiere y por lo que cuentan pues tampoco es tan complicado conseguirlo.

 

 

No hace falta estar muy al día de la actualidad para saber que Portugal es uno de los miembros más pobres de la Unión Europea, uno de los más afectados por la crisis económica y uno de los más despreciados por los vecinos del norte.

¿Os acordáis del grupo de los PIGS formado por Portugal, Irlanda, Grecia y España? Pues eso.

 

 

Mejor educación, mayor voluntad

 

Entre los 72 países que participan en la prueba la puntuación conseguida por Portugal está ocho puntos por encima de la media europea en ciencias, cinco puntos en lectura y dos puntos en matemáticas.

Es el único país europeo que está mejorando su desempeño cada año, ha pasado a ser conocido como “la estrella ascendente de la educación internacional”.

El gobierno portugués ha decidido enfocar la educación pública del país de una forma integral yendo más allá del papel de la escuela y trabajando en todos los factores que participan de la educación en un país.

 

No han apostado por ninguna iniciativa específica, han invertido en las personas que componen la comunidad escolar, en todas ellas.

 

Y además han desarrollado una buena planificación, se han enfocado en el desempeño de los alumnos, han ampliado el apoyo individualizado a cada alumno, le han dado más importancia a las actividades orientadas a la recuperación, han estructurado mejor las instituciones educativas y han desarrollado espacio para la crítica entre colegas.

 

 

Le han dado a la educación pública portuguesa la importancia que debería tener en cualquier país que se considere desarrollado, la importancia que le dan los padres y las madres que llevan a sus hijos a las escuelas, los que forman la primera generación escolarizada del país.

 

 

Educación de calidad

 

Tan cerca de Portugal y con unos datos tan diferentes los que tenemos en España que nos hemos colocado en cabeza del ránking de países con mayor abandono escolar de todo el continente, solo nos superan en Malta y no, no es para estar orgullosos.

El 19% de los escolares españoles abandona sus estudios antes de terminarlos, los deja colgados en gran parte se explica por la falta de ingresos, la falta de oportunidades y la inexistente justicia social que tenemos en nuestro país.

Lo bueno es que siempre encontramos alguna excepción que nos da un respiro, una esperanza a la que agarrarnos y eso es lo que pasa cuando conocemos historias como la del CEIP Joaquim Ruyra en uno de los barrios más pobres del área metropolitana de Barcelona.

Un centro en el que el 92% del alumnado es extranjero y en el que el 95% asiste al comedor mediante una beca. Un centro abocado al conflicto y al fracaso y sin embargo, un centro que tiene unos porcentajes de éxito muy superiores a la media e incluso en algunas áreas, superiores a los de los colegios de élite de la ciudad.

Muy interesante conocer un poco más cómo lo hacen curso tras curso, cómo implican a toda la comunidad educativa en el proceso, como trabajan con padres y madres voluntarias en las aulas.

Nada de “milagro educativo” como le denominan, más bien implicación, muchas ganas y grandes dosis de sentido común.

Algo que sería más fácil para muchas familias si algunas comunidades autónomas no se empeñaran en desmantelarla, como mínimo pongamos que hablo de Madrid, sin ir más lejos.

 

 

Educación que se adapta

 

En el Joaquim Ruyra se dividen las clases en cuatro grupos y se realizan actividades de 20 minutos de duración, de este modo las clases duran en torno a las dos horas y sin embargo la atención del alumno se mantiene en lo que están trabajando en cada grupo.

La atención es mucho más individualizada, utilizan un cronómetro digital en clase, aprovechan más el tiempo, los grupos son interactivos y tienen el apoyo de un adulto en cada grupo, algunos de ellos son padres y madres voluntarios que se implican directamente en la educación de sus hijos también dentro del centro.

 

 

Las actividades de veinte minutos en el aula siguen la pauta que viene marcando en los últimos tiempos la neuroeducación, algo que rompe los esquemas de las clases tradicionales y que hace que los profesores y los equipos directivos se adapten a estas nuevas técnicas que benefician directamente a los alumnos.

Participar de la educación en el aula para estos padres es algo muy positivo sin olvidar que también en casa educamos a nuestros hijos en valores y no sólo en contenidos, algo que parece que se nos olvida algunas veces por distintos motivos.

Posibilidades de mejorar la educación pública en nuestro país hay muchas y muy variadas, no hay un único camino, no sólo funciona el modelo finlandés como hemos visto en el caso portugués, lo importante es que haya voluntad, que se quiera empezar a cambiar y a mejorar la educación de un país como el nuestro, que falta nos hace ya.

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