
Crecen y cambian, por dentro y por fuera, llegan la adolescencia y sus cambios y con esos cambios van aprendiendo a encontrarse y nosotros aprendemos que Hay Vida Después de los Seis pero lo que se dice fácil… no es que sea.
Porque ellos crecen y tú piensas “bueno ahora podré dormir mejor” y es verdad.
Durante una temporada vas a dormir del tirón de nuevo cada noche pero después siguen creciendo y vuelves a perder el sueño porque sus problemas, sus necesidades, sus prioridades y su curiosidad crecen al mismo tiempo que ellos o no y aún es peor.

¡Qué mala época es la adolescencia!
Da igual si van o si vienen porque en general, todo les va mal y encima sus cuerpos están cambiando y ellos no terminan de encontrarse a sí mismos entre tantas novedades.
Muchas veces hablamos de sus hormonas, de sus cambios de humor o de ánimo pero es que son un conjunto.
Es un todo cuando entramos en la etapa de la adolescencia y sus cambios, por dentro y por fuera y a veces nos olvidamos de que todo ello está directamente relacionado con los cambios que está sufriendo su propio cuerpo y que a ellos es a los primeros que pillan por sorpresa.
Un cuerpo que hasta este momento conocían pero que ahora empieza a sorprenderles. Y no a todos a la vez y no de un golpe, que eso sería lo fácil. No, a distintas velocidades, a distintas edades y “por distintas partes”… no sé si me explico.
La adolescencia y sus cambios

Es la época de cambios físicos que les hacen todo un poco más complicado para sentirse bien con ellos mismos y para encontrar su hueco en el grupo.
Lo habitual es que la pubertad y toda su larga lista de cambios, empiece en torno a los 11 años en las niñas y los 12 en los niños aunque se sabe que en los últimos años y gracias a las mejores condiciones de vida, de salud y de nutrición, se está viviendo un adelanto de la edad (en las sociedades desarrolladas) en la que empiezan los cambios físicos que acompañan a los psicológicos inevitablemente.
Cada vez más pronto las niñas tienen su primera menstruación, el cambio físico por excelencia, cada vez más pronto por la mejora de la alimentación. Los primeros sujetadores (que ahora se llaman tops…) y las primeras veces de comprar y usar compresas, salvaslips o tampones o copa menstrual, algo que las acompañará toda su vida por necesidad (aunque paguemos el IVA de un producto de lujo…).
Para unos y para otras los granos y el acné empiezan a ser un problema y sus madres nos afanamos por ayudarles con las básicas medidas de higiene, algún producto específico y una alimentación más o menos sana y equilibrada, en la medida en la que ellos nos permiten.
Los niños en general van cambiando la voz, aparecen los gallos incontrolables y empieza a sombrear el su cara el labio superior.
Ya no son todos más o menos igual de altos como pasaba cuando eran pequeños, los hay que ya han crecido y otros sin embargo están esperando a dar el estirón cuanto antes.
Y no hablemos del tema del peso y los kilos porque en esto la adolescencia y sus cambios, en muchos casos se traducen en un malestar añadido a una época ya de por sí incómoda para los niños y las niñas que están dejando de serlo.
Por dentro y por fuera
Y es que unos son los cambios que se ven pero también están los que no se ven.

Durante esta etapa sus órganos internos también están creciendo, su cerebro, su hígado, su corazón, sus riñones… su cuerpo está gastando energía en sí mismo y ellos están cansados, lo mismo todo tiene algún tipo de relación por pequeña que pueda ser ¿verdad?
La masa muscular aumenta y la densidad de los huesos también, lo que hace que caminen más desgarbados de lo que lo han hecho hasta ahora.
Están tomándose la medida a sí mismos aunque a nosotros como adultos, desde fuera y habiendo casi olvidado lo que sentíamos cuando éramos como ellos, nos puede parecer que están desganados, que tienen “horchata en las venas”
Si lo pensáis… ¡qué etapa más incómoda es la de la pubertad o adolescencia con tanto cambio!
[…] Sus hijos no son bebés, Laura tiene en torno a los dieciséis años y Magnus creo que tiene diez u once y que yo sepa en España a esa edad parece que lo de la conciliación ya lo tenemos que tener resuelto, ya no son bebés, ya no hay que preocuparse tanto… […]
El mío mayor tiene 9 años y yo ya estoy templando, espero saber tratarlo.