
Hay otras formas de hacer la compra como las que os traigo en este post, con las que además cuidamos un poco más el planeta al mismo tiempo que a nuestra alimentación.
Porque estamos o deberíamos estar, mucho más concienciados con lo que comemos y con lo que compramos y cada vez son más las propuestas para comer más sano en todos los sentidos y porque a fin de cuentas, nuestro comportamiento es lo que más y mejor ayuda a la educación de nuestros hijos así que os traigo algunas propuestas con otras formas de hacer la compra, para que os animéis a probarlas.
Como mínimo una vez a la semana toca ir al supermercado o al mercado a reponer los alimentos que la familia necesita y consume.
Esto lo tenemos más que asumido, forma parte de nuestra rutina. A veces lo hacemos sólo los adultos, a veces nos llevamos a alguno de nuestros hijos y otras veces no nos queda más remedio que ir todos juntos.
La cuestión es que podríamos ir introduciendo en esa rutina nuestra otras formas de hacer la compra con las que consumir se convierte en algo más, en una declaración de principio.
Otras formas de hacer la compra:
Los grupos de consumo
Quizás has oído hablar de ellos o incluso puede que participes en alguno.
Se trata de eso, un grupo de personas que se organizan para hacer pedidos directamente a los productores y agricultores.
Son una alternativa en la que se elimina a los intermediarios y sobre todo se prima el consumo de alimentos de cercanía y de temporadas. Es una manera de apoyar de forma activa el trabajo de los agricultores de la zona y de aquellos que trabajan de manera respetuosa con el entorno.
Los supermercados colaborativos
Poco a poco se van extendiendo por distintos países y distintas ciudades. La mecánica es muy sencilla, son establecimientos donde los clientes son al mismo tiempo propietarios del negocio.

Pagan una cuota anual para formar una cooperativa a través de la que compran productos de calidad, de temporada, cercanos y con menos residuos y además colaboran trabajando en el supermercado unas horas cada mes.
Son otras formas de hacer la compra de un modo más activo e implicado en el proceso.
No es una novedad, en Nueva York está el supermercado colaborativo más antiguo que abrió sus puertas a principios de los años 70′ y que reune a más de 16.000 personas en su funcionamiento y desarrollo.
En 2015 llegaba a París otro de estos establecimientos. En España está a punto de abrir SuperCoop en el barrio de Lavapiés y dentro de poco se abre otro más en Madrid, uno en Sabadell, otro en Valencia y otros dos en Vitoria y Pamplona respectivamente.
Los apadrinamientos
Sí, esta es otra novedad y otra posibilidad. Un nuevo modelo de negocio en el que se evitan también a los intermediarios y también se trabaja de forma directa con los pequeños agricultores y productores.

El consumidor puede apadrinar directamente un olivo o un naranjo, por ejemplo, o comprar los alimentos en la cantidad que le resulte más cómoda siempre disponibles si están de temporada.
Son otras formas de hacer la compra con las que además el agricultor puede mantener unos precios interesantes tanto para él como para el consumidor y con la que se permite cubrir la cosecha que se entrega en el domicilio del consumidor cuando ha terminado el apadrinamiento.
No hay obligación de permanencia y se dan a conocer productos y productores ya que los consumidores, en algunos casos, tienen la opción de visitar las plantaciones donde están sus «apadrinados».
Son otras formas de hacer la compra que van más allá del hecho de consumir, son pequeñas formas de resistencia ante las grandes superficies, son respuestas políticas a través del consumo y sin duda son ejemplos que sirven para hablar y educar a nuestros hijos en un consumo más sensato, más responsable y menos compulsivo.
Como decía Jane Fonda hace sólo unos días cuando la volvían a detener por su protesta pacífica, compramos muchas cosas que no necesitamos, compramos demasiadas cosas que no nos hacen realmente felices.

Ella señalaba que el abrigo rojo que lleva cada viernes y con el que cada viernes es detenida es la última prenda que va a comprar en su vida porque tiene más que de sobra y porque vivir es más que comprar.
Un abrigo rojo que se ha convertido en todo un símbolo y que a mi, salvando las distancias, me recuerda muchísimo al abrigo rojo de la niña de «La lista de Schindler» ¿os acordáis de la película?
Quizás sea un buen momento para volver a verla y encontrar más de un paralelismo entre ese entonces y nuestro ahora.