
Y no hablamos de la película aunque para algunos pueda ser una película de terror lo que se avecina en el mes de enero. Hablamos de la dieta para bajar los excesos navideños. Los consejos, las recomendaciones, las dietas mágicas, milagrosas y las directamente demenciales.
Antes de que decidas nada sobre la perfecta dieta para bajar los excesos navideños, he recogido algunas ideas que quizás puedan ayudarte a no sufrir demasiado en el empeño, a ver qué tal.
No es por matar la última esperanza pero hace sólo unos días se ha publicado un nuevo estudio en Estados Unidos en el que confirman que la genética no es tan importante para tener obesidad así que, por una cuestión de salud, es bueno tomarse el tema del peso como se merece.
El estilo de vida que llevamos y no los genes es el que nos influye realmente. El ADN de una persona no es la clave de la obesidad en la mayoría de los 2.500 estadounidenses que han participado en este estudio.
Aunque sí, es innegable que cambiar los malos hábitos no es fácil. Es más sencillo decirlo que hacerlo y no se trata simplemente de una dieta para bajar los excesos navideños, es algo más.
Una dieta para bajar los excesos

Según todos los indicadores, lo más importante y lo que más nos va a ayudar a bajar los excesos en cualquier época es que nos pongamos a cocinar.
Sí, a priori suena contradictorio con todas las dietas esa que se supone que funcionan a la rapidez del rayo y que son más falsas que un billete de seis euros.
Esta recopilación de 11 recetas para adelgazar que se han currado en Directo al Paladar viene a confirmar esta tendencia y a mi personalmente me ha encantado por eso os la traigo.
Cocina sencilla pero apetecible y saludable, además ¿por qué no aventurarnos a preparar platos diferentes? Será cuestión de probarlo para ver si funciona tanto y tan bien como nos dicen.
Lo que es innegable es que comemos en general más de lo que gastamos y por eso engordamos, explicándolo a trazo grueso es más o menos así.

Nos ponemos a cocinar, empezamos a organizar los menús saludables de toda la semana, hacemos la compra sin hambre y comprando lo que hemos planificado antes. Lo referido a la alimentación lo tenemos más o menos organizado pero llega el momento de calzarse las deportivas.
Y resulta que para muchas mujeres lo de no ir al gimnasio no es tanto pereza como inseguridad. Resulta que más de la mitad de las mujeres que han participado en una encuesta realizada por Fit Rated reconoce que no va al gimnasio porque se siente incómoda, le preocupa que las juzguen por no estar en forma.
¡Por eso vamos al gimnasio, para ponernos en forma! Señoras no nos sintamos mal por querer cuidarnos y sobre todo, no permitamos que nadie nos haga sentir así.
Cuando nos sintamos incómodas en la sala de fitness podemos recordar que la actividad física previene la aparición de algunos tipos de cánceres según un estudio llevado a cabo por la Universidad de Copenhague. A partir de ahí lo demás nos debería importar entre nada y menos.
El movimiento se demuestra andando
Pues eso, si no nos sentimos cómodas en el gimnasio por lo que sea, siempre podemos poner en práctica las recomendaciones de Hipócrates hace más o menos unos dos mil años.

Un visionario era este médico que tenía clarísimo que caminar era la mejor medicina para el ser humano. Concretamente en torno a los 10.000 pasos al día son los que necesitamos para disfrutar de numerosos beneficiosos que afectan a nuestra salud y en torno a los 12.000 si además queremos bajar un poco de peso.
Caminar a buen ritmo durante noventa minutos cinco días a la semana dicen los que saben que aumenta la longevidad hasta tres años y medio. No es ninguna tontería ponerse unas deportivas cómodas y salir a caminar, eso sí a paso ligero.
Que acaben de terminar las navidades es la excusa perfecta para empezar a cuidarnos, vamos a tomarnos un poco más en serio nuestra salud porque nos lo merecemos. No lleguemos tarde a empezar a cuidarnos.
Como le he leído a Amelia Carro (cardióloga del Hospital de Jove y especialista en cardiología y deporte) en una entrevista hace unos días «el riesgo de sufrir un infarto no está en los genes sino en las neveras». Se puede decir más alto pero más claro es imposible.