
Hoy es el Día Internacional de la Tierra y teniendo en cuenta la situación en la que estamos es un día de esos en los que te preguntas si aprenderemos de esta experiencia con el COVID19 o saldremos tan destructivos con el medio ambiente como antes y eso, eso significaría que no hemos aprendido nada a pesar de lo que nos están diciendo los científicos.
Porque ya es innegable, lo reconocen todos los expertos: esta crisis sanitaria mundial está directamente vinculada con la destrucción del planeta.
El SIDA, la Gripe A, el Ébola y ahora el COVID19 han sido y son distintas enfermedades que en mayor o menos medida han despertado todas las alertas a nivel mundial.

No, no son iguales y no, no tienen el mismo origen pero sí hay un factor claro que hace que aumente el riesgo de transmisión de este tipo de enfermedades: la pérdida de biodiversidad a nivel mundial.
La asociación Ecologistas en Acción lanzaba una reflexión hace sólo unos días señalando que «un ecosistema sano supone una barrera natural de control de patógenos» y nuestros ecosistemas hace décadas que no están sanos.
El director del programa de Medio Ambiente de la ONU, Inger Anderser, lo expresaba aún más claramente en una entrevista: «La naturaleza nos está enviando un mensaje». Falta que estemos atentos y queramos entenderlo de una vez por todas.
La destrucción de los hábitats naturales de miles de especies, la pérdida de biodiversidad, el tráfico de especies salvajes, la intensificación agrícola y ganadera son factores que no hacen sino aumentar la posibilidad de que aparezcan más enfermedades que se transmiten al ser humano con mayor facilidad y virulencia.
En hábitats bien conservados y con diversidad de especies, los virus se distribuyen entre las distintas especies y apenas si afectan al ser humano.
No podemos obviar un dato: el 70% de las enfermedades humanas son de origen zoonótico o sea, son enfermedades que provienen de especies animales.
Sólo en 2018 se deforestaron en torno a los 26 millones de hectáreas en todo el planeta. Esto facilita la captura de animales salvajes destinados al tráfico ilegal de consumo humano. Eliminamos sus hábitats y facilitamos la entrada en contacto de estos animales con comunidades humanas.

Sí, la solución más sensata es frenar la extinción y mantener la integridad de los ecosistemas, reducir nuestra huella ecológica, luchar contra el cambio climático y asumir algo evidente: nuestra salud como especie, como seres humanos, depende de la salud de nuestro planeta.
Un virus destructivo
Sabemos que el COVID19 es un virus que no va a desaparecer, no sabemos si las personas que han pasado la enfermedad se han inmunizado a ella, de momento parece que sí pero no sabemos durante cuanto tiempo ni sabemos cuando podremos tener la vacuna.
La contaminación atmosférica está relacionada con las tasas de mortalidad más elevadas. Nuestras propias acciones nos hacen más vulnerables a enfermedades, a patógenos y a virus como este.
A la vista de los resultados ha quedado claro que la polución aumenta el riesgo de problemas respiratorios en los pacientes según datos contrastados por la Universidad de Harvard.

Si el aire de Manhattan hubiera estado más limpio de contaminación se podrían haber salvado cientos de vidas de personas afectadas por el COVID19.
Y coincide con las altas tasas de mortalidad en el norte de Italia donde los niveles de contaminación atmosférica son superiores al resto del país. Sin olvidarnos por supuesto de la famosa «boina» de contaminación que luce Madrid en condiciones normales.
Se espera que las restricciones que estamos viviendo en viajes, desplazamientos e incluso en la industria supongan una reducción récord de las emisiones globales de carbono. Eso es bueno pero no es suficiente.
Según el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) el aumento del consumo y el aumento de las emisiones contaminantes no son compatibles con la conservación de la biodiversidad y sin embargo, la gran mayoría de las políticas internacionales abogan por el crecimiento económico.

Algo no estamos entendiendo de lo que nos está pasando, algo no estamos entendiendo de lo que la naturaleza nos está advirtiendo.
Los científicos de todo el mundo están recomendando que la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas, un organismo intergubernamental independiente, incorpore en sus informes un escenario que vaya más allá del simple crecimiento económico actual, que trascienda al futuro y al cuidado de la biodiversidad.
El último informa del Panel Intergubernamental sobre Diversidad Biológia de la ONU de mayo de 2019, advertía de que estamos en plena extinción masiva de especies y señalaba que esa extinción va a tener y está teniendo, un impacto y una consecuencia directa sobre la vida humana.
Convivir con el COVID19 para siempre
Este COVID19 que ha surgido hace sólo cinco meses en la ciudad china de Wuhan ha afectado en el momento de redactar este post a más de 2 millones de personas en todo el mundo y ha provocado la muerte de más de 200.000 personas.
Sólo en Estados Unidos las cifras son de vértigo, son más de medio millón de contagiados contabilizados y más de 23.000 víctimas mortales.

Y precisamente su presidente es como siempre el que menos dispuesto está a creer en las evidencias científicas que hablan de su origen zoonótico.
Cuando la economía está en juego, él prefiere jugar a las conspiraciones internacionales, para no tener que frenar la producción, el consumo indiscriminado y el impacto negativo de todo ello sobre el medio ambiente. Se llama capitalismo con mayúsculas, caiga quien caiga que el mercado no cierre nunca.
El virus ha llegado para quedarse con más o menos virulencia, eso lo iremos viendo con el tiempo y con los avances científicos que vayan apareciendo. Antes o después tendremos una vacuna para el COVID19 y mientras tanto usaremos mascarillas o tapabocas, mantendremos una cierta distancia social y estaremos muy atentos a nuestra higiene.
Ojalá también miremos por nuestro entorno por la cuenta que nos trae y empecemos a cuidarlo para cuidarnos a nosotros también, así demostraremos que habremos aprendido una dolorosa lección para miles de personas en todo el mundo.