
Encerrados, confinados, metidos en casa lo de encontrar un momento para leer es uno de esos pequeños placeres que podemos y debemos concedernos cada día y más ahora. Leemos más que nunca y sin embargo ¿qué pasa con el ereader que parece que aún no se ha hecho un hueco en nuestra biblioteca?
A mí, sinceramente, esto es algo que me llama poderosamente la atención desde hace tiempo, desde que un ereader entró en mi vida y en mi hábito de lectura.
El libro se resiste, el papel se agarra a nuestras estanterías con uñas y dientes a pesar de las irrefutables ventajas que trae consigo el ereader a nuestra vida como lectores.
La edición en papel sigue siendo el formato preferido de la mayoría de los lectores independientemente de la edad o el género y yo, sinceramente, de verdad que sigo sin entenderlo.
No nos costó tanto abandonar el vinilo y del compact pasamos en un suspiro a las listas de reproducción, a la música digital, a las plataformas. Ya no nos pasamos un CD nos reenviamos la URL de nuestra lista favorita.
El VHS pasó a mejor vida en cuanto asomó la patita el DVD y de este nos hemos olvidado a la primera de cambio. Las plataformas y las descargas lo han puesto todo tan cómodo que casi da pereza hasta acordarse de ello.
¿Entonces? ¿Qué pasa con los libros electrónicos? Solo puedo pensar en que aún no lo han probado esos que dicen que prefieren el papel, la verdad.
A finales de la década pasada, las estadísticas dicen que el ereader tuvo un despegue innegable que hacía presagiar que había llegado el momento del relevo pero no, se quedó sólo en eso.
Lo que no queda claro a nadie es por qué se quedó ahí, en una especie de moda por la tecnología que no terminó de cuajar del todo.
Sobre las ventajas del soporte electrónico ya hemos hablado en este blog y sabéis por las recomendaciones de lectura que os hago cada mes, que es el formato que uso habitualmente.
Sí, yo soy consumidora confesa de literatura en formato digital, no en tablet, no en PC, no en el móvil, en ereader que no es lo mismo aunque sea tan digital como los otros soportes.
En Estados Unidos hay estadísticas sobre hábitos lectores que señalan que sólo el 7% de la población lee en ediciones digitales frente al 37% de la población que se mantiene fiel a las ediciones físicas.
Y sí, como es lógico en España las tendencias son muy parecidas. El libro electrónico supone menos del 5% del mercado del libro en nuestro país.
Es verdad que las cifras publicadas por el Ministerio de Cultura demuestran que el ereader no deja de crecer desde hace cinco años pero un crecimiento muy lento para lo que ofrece realmente de comodidad al lector.
El eareder que puede ser y ¿no es?
A parte de comprar libros electrónicos cada vez en más sitios, con el ereader tienes los mismos servicios que te dan las bibliotecas, servicios de préstamo de lectura sin moverte de casa.
Incluso se liberan libros por parte de las Bibliotecas Nacionales de distintos países y hay webs legales que recopilan los libros gratis que pueden descargarse y disfrutarse en el ereader de cada uno.
¿Cuánta gente tiene Amazon Prime por aquello de los gastos de envío y ya puestos por las plataforma de contenido digital?¿Y cuántas de esas personas aún no se han dado cuenta de la enorme biblioteca a la que acceden teniendo esa suscripción?
Sí, libros de préstamos. Los lees y los devuelves, como hacíamos cuando íbamos a la biblioteca pero en este caso sin salir de casa.
Y no, no es ni de lejos la única plataforma que ofrece este servicio pero ni por esas, el ereader no termina de cuajar entre los consumidores y no consigo encontrar la razón.
Sólo se me ocurre que no hay una razón. El libro en papel para muchas personas va más allá del propio hecho de leer.
Hay un punto de fetichismo, de melancolía, hay una relación que se agarra a nuestro subconsciente. Es un poco como esos melómanos que disfrutan escuchando el sonido de los vinilos más allá de la calidad de la música que escuchan. Tiene que ser algo así porque desde el lado más práctico, el del lector puro y duro, el papel no tiene ni una sola ventaja sobre el ereader.

No queremos libros sólo para leerlos, los queremos para tenerlos, para tocarlos e incluso para guardar recuerdos entre sus páginas. No es sólo el hecho de leer sino el de recordar y ahí, en el campo de los sentimientos, el ereader lo tiene muy complicado.
Me queda claro que aunque el ereader y el libro en papel puedan tener el mismo contenido, realmente hablamos de productos completamente distintos cuando están en las manos de su usuario.