
Es así de sencillo o así de complicado, dependiendo de hacia adonde miremos pero está claro que a más contaminación más enfermedades y esta pandemia en la que estamos estos días no deja de ser una prueba más de esta relación directa.
Nos negamos a verla o mejor dicho, algunos se niegan a verla a pesar de que nos golpea implacable. Es urgente una transición hacia los espacios verdes y la economía verde y lo bueno es que parece que por fin crece la cifra de aquellos que nos estamos dando cuenta de que nos va la vida en ello.
Las asociaciones ecologistas llevan décadas alertando de la grave crisis medioambiental que sufre el planeta y ahora hemos comprobado que la crisis sanitaria global está directamente relacionada con ella, a más contaminación más enfermedades.
Sólo un ejemplo, las 115 islas verdes y rocosas que conforman el idílico archipiélago de las Seychelles, en el Océano Índico, anunciaron hace unas semanas que protegerían el 30% de sus aguas de un uso comercial.
Esta medida va a proteger la vida silvestre de la costa, el agua, las más de 100.000 tortugas gigantes que habitan en las islas, algunos de los últimos arrecifes de coral que quedan íntegros en el mundo pero además va a fomentar la salud, el bienestar y las prosperidad, o sea la economía local, de los residentes en la zona que siendo menos de cien mil reciben cada año a más de 350.000 turistas.

¿Qué estamos haciendo en España con nuestro litoral? Sencillo. Estamos haciendo todo lo contrario.
En España muchas comunidades están recortando en la protección ambiental bajo la excusa de reactivar la economía tras la epidemia.
La Junta de Andalucía ha sido la primera en modificar nada menos que 21 leyes y 6 decretos de un plumazo en pleno pico de la pandemia rebajando la exigencia medioambiental para distintos proyectos, permitiendo la ocupación del dominio público hidráulico y generalizando la eliminación de lo que eran las licencias urbanísticas por lo que ahora serán «declaraciones responsables» a cargo de los promotores.
El Ayuntamiento de Nerja, en la provincia de Málaga, ya se ha puesto manos a la obra y ha reavivado un proyecto de hotel de lujo, 680 nuevas viviendas y un nuevo campo de golf.
No han entendido nada y siguen pensando que la economía de la zona se sustenta asfaltando la playa.
Murcia ha seguido el camino andaluz y ha modificado la ley de protección ambiental que estaba en vigor desde 2009 para que así se pueda emitir un 35% más de contaminación a la atmósfera, se deban gestionar un 25% más de residuos peligrosos o residuos tóxicos y aumenten esos vertidos al mar Mediterráneo en un 25%. Mal, todo mal y todo malo para las poblaciones que viven en estas zonas.
Obviamente las asociaciones ecologistas como SEO-Bridlife, Ecologistas en Acción, Amigos de la Tierra, Greenpeace y WWF ya se han manifestado en contra de estas políticas del «todo vale».
El descubrimiento de la bicicleta
Por contra, en otros países y otras ciudades, se están haciendo los planteamientos de forma mucho más sensata, más lógica, mucho más constructiva y teniendo en cuenta la relación de la que hablábamos al principio, la relación de las enfermedades con la destrucción de nuestros entornos.

Sólo un ejemplo indiscutible: la ciudad de Milán. Milán era una de las ciudades más contaminadas de Europa y ahora sabemos que el COVID19 afectó más a la población de espacios contaminados.
Ese es uno de los motivos por los que Milán no quiere volver a las andadas, el gobierno de la ciudad ha creado un plan verde que según todos los expertos que lo han analizado, es el más ambicioso a nivel europeo. Es evidente que los dirigentes de Milán, sus políticos, los que deben tomar las decisiones que afectan a la población, han aprendido la dura lección.
La pena es que estos aprendizajes no son tan contagiosos como lo está siendo el propio virus.
En Madrid por ejemplo, se ha puesto en vigor un plan de peatonalización pero no se sabe si se mantendrá cuando termine el estado de alarma en el que vivimos con sus distintas fases sucesivas.
De lo que no se habla y parece que nadie se plantea en Madrid, es de un plan que facilite el desplazamiento en bicicleta y eso que el Ministerio de Sanidad las recomienda como prioritarias.

No es una sorpresa para nadie que la bicicleta se plantee como un medio de transporte más que interesante de cara al futuro por distintos motivos, en ciudades como Madrid, por ejemplo.
Es un medio de transporte sostenible, hace que la persona realice ejercicio físico mientras se desplaza y al mismo tiempo mantiene el distanciamiento social tan vital para prevenir los contagios.
En países como Australia se ha disparado su venta, en ciudades como Nueva York ha aumentado notablemente su uso y es lógico pensar que esto va a ser común en otros países y en otras ciudades.
En toda Europa las grandes ciudades que se han lanzado a ampliar el espacio reservado a este tipo de movilidad son numerosas. Además de la ya mencionada Milán, París ha anunciado que va a destinar 650 kilómetros de carriles para bicicletas en la ciudad y Londres prepara un plan con zonas libres de coches y furgonetas.
En nuestro país, el gobierno central la ha reivindicado como medio de transporte alternativo para evitar aglomeraciones pero falta que los gobiernos municipales implementen medidas para fomentar su uso entre los ciudadanos.

Teniendo en cuenta que ciudades como Madrid o Barcelona ya incumplían los límites de contaminación marcados por la Unión Europea debido al tráfico que soportaban, quizás este sea el momento de hacer una apuesta al verde.
El ayuntamiento de Barcelona lo ha entendido. Ha puesto en marcha un plan que quiere que esté en vigor al cien por cien antes del verano. Se trata, entre otras propuesta, de aumentar en 21 kilómetros el carril bici existente reduciendo el espacio que se destinaba al vehículo privado.
De momento en Madrid las medidas son temporales, mientras dure el estado de alarma y limitadas a los fines de semana exclusivamente que están bien y han sido muy bien acogidas por la población pero saben a poco.

Como señalan desde Greenpeace, las medidas de fin de semana están bien «son positivas, pero no suponen un cambio estructural» y eso sería lo más importante en un momento como este en el que nos ha quedado claro a los ciudadanos que a más contaminación más enfermedades y no sabemos si también más virulentas.
Es una lástima que en Madrid, donde el servicio de bicicletas municipales ha recuperado ya el 50% de los viajes que se realizaban antes del estado de alarma, no haya un plan para aprovechar esta circunstancia.
Para los colectivos más implicados con este medio de transporte es evidente que se está perdiendo una oportunidad de cambio que nos beneficiaría mucho a todos. Empezando por la salud de los habitantes de la ciudad, algo que parece que se nos olvida.
Es la hora de la revolución verde
Sí, es innegable aunque muchos sigan empeñados en negarlo y Europa parece que se lo está planteando de manera más seria que hasta ahora.
En Nueva Zelanda, su primera ministra Jacinda Arden, ha planteado la posibilidad de considerar la puesta en vigor de la semana laboral de cuatro días y otras opciones de trabajo más flexible. Se preocupa por la conciliación de las familias de su país y el mismo tiempo pone en valor el turismo interior dentro de Nueva Zelanda.
Ha planteado esta propuesta después de haber estado recogiendo sugerencias ciudadanas para estimular la economía del país y al mismo tiempo mantener lo que hemos aprendido de los beneficios del teletrabajo entre los que se incluyen el aire más limpio, la falta de atascos en las ciudades y el aumento de la productividad derivada por los desplazamientos diarios.
Una idea a tener muy en cuenta en otros países y por otros gobernantes, por lo menos para que los ciudadanos tengamos la sensación de que hemos aprendido la lección, de que debemos cambiar para protegernos, de que o contaminamos menos o enfermaremos más, mucho más.