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Puede parecer otra cosa pero el otoño no es para quedarse en casa, ya vendrá el invierno con sus fríos y pensaremos de otro modo pero ahora se abren un montón de posibilidades, de aventuras, de propuestas como las que os traigo en este post en el que os va a quedar muy claro que el enoturismo no es una moda pasajera, es mucho más y ha llegado para abrirse un hueco en nuestro tiempo de ocio.

Hay un montón de rutas interesantes en nuestro país para practicar enoturismo y la verdad es que no es necesario ser un experto en vino para disfrutarlas, ni siquiera es obligatorio beber vino para eso, lo prometo.

La cultura enológica española es como una red en la que se van enredando cada día un montón de personas más, nuevos trabajos junto a antiguas costumbres que se recuperan, lugares que se descubren y secretos que merecen mucho la pena conocer y que estaban a punto de caer en el olvido.

La Rioja es la zona más clásica así que merece la pena que empecemos por aquí a darnos cuenta de que el enoturismo no es una moda pasajera precisamente sino que lleva años desarrollándose en zonas tan extensas como esta. Los riojanos pueden dar fe de ello porque han sido los primeros que han sabido reinventarse y abrir sus bodegas al turismo que rodea el amplio mundo del vino.

Hoteles rurales, restaurantes y sobre todo, rutas por bodegas y viñedos forman parte cada vez más de la economía de esta zona de nuestro país.

Bodegas clásicas como Muga o Bodegas Bilbaínas en el municipio de Haro, bodegas que se modernizan en el fondo y en la forma como Marqués de Riscal, bodegas con listas de espera enormes como Marqués de Murrieta, algunas pequeñas y sorprendentes como Heredad Ugarte y otras enormes como las Bodegas Franco Españolas.

Lo mejor de cada una de ellas son sus historias, sus orígenes, lo que han ido aprendiendo con el paso del tiempo, la investigación que se le aplica a un artículo de lujo como es el vino y cómo se han integrado en la vida y en el paisaje de su entorno.

El enoturismo no es una moda pasajera, es una forma de acercarnos a una cultura que para muchos es una desconocida y que para todos resulta sorprendente.

Galicia se ha ido abriendo camino también en este sector con cinco denominaciones de origen distintas para sus vinos y más de veinte variedades de uvas autóctonas para elaborarlos.

Un paseo por cualquiera de sus bodegas bien merece la pena y descubrir las diferencias a la hora de trabajar la uva a pie de playa o en el interior puede abrirnos la mente y los ojos a muchas realidades que a veces se nos escapan.

En España tenemos más de sesenta denominaciones de origen de nuestros vinos, diferentes y repartidas por todo el territorio así que opciones para disfrutar y para que nos quede claro que el enoturismo no es una moda pasajera tenemos más que de sobra.

Sin embargo es curioso que sobre todo la población de Cataluña sea la que más se decide por este tipo de turismo. De Cataluña llega el 45% de las reservas que se hacen a lo largo del año y como es lógico, sus preferencias están en torno a Cataluña, La Rioja y Castilla La Mancha.

Después de los catalanes somos los madrileños, seguidos de los valencianos los que tenemos claro que el enoturismo no es una moda pasajera porque nos gusta mucho a muchos y siempre quedamos con ganas de conocer más este oficio, este mundo.

La Denominación de Origen de Ribera del Duero que cuenta con más de 300 bodegas o de Rueda, son también dos de las zonas más reconocidas y de las más atractivas para practicar enoturismo por la diferencia de sus bodegas en muchos aspectos y por un entorno que acompaña y sorprende al turista a cada paso.

En Andalucía vais a encontrar ocho Denominaciones de Origen diferente, en y en Aragón cinco, propuestas para recorrer ambas zonas hay más que de sobra y queda claro que enoturismo no es una moda pasajera sino una realidad rentable y sostenible para la zona donde se desarrolla.

Ya veis que el el enoturismo no es una moda pasajera y ¡menos mal! porque es una forma de viajar, de conocer nuestro país, de hacer turismo de calidad en entornos que abrazan y animan a plantearnos la vida de otro manera.

Un turismo ligado a la tierra, al medio ambiente y al mismo tiempo a la historia, a la cultura, a la gastronomía, a las costumbres populares. Un turismo en el que se paladea el tiempo, se disfruta, se respira y se calma el ánimo.

Un turismo que es sostenible que puede seguir creciendo porque no agrede y que permite además los asentamientos en entornos rurales, en poblaciones pequeñas y/o medianas fuera de las grandes urbes. Un turismo que disfruta y respeta.

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