
Y con sólo una pregunta todos sabemos ya de lo que estamos hablando pero es bueno hacerse una pregunta como esta y contestarla en primera persona. Si fuera tu caso ¿qué dirías?¿a qué quieres que huela tu pueblo?
La polémica con la ganadería intensiva, las macrogranjas y la carne que se produce en estos entornos industriales ha puesto en la primera plana la situación silenciosa de muchos pequeños pueblos de nuestro país.
Pueblos como Balsa de Ves, un municipio albaceteño de 131 vecinos en el que se crían en torno a los 100.00 cerdos cada año ¿a qué crees que huele todo el término municipal y parte del término municipal de los pueblos colindantes?
La pregunta es sencilla y no, no es lo mismo pensar que las granjas familiares donde se crían 10 o 12 cerdos al año o esos cerdos que pastan por la dehesa y se mueven a su antojo cada día pueden generar los mismos desechos y olores que una fábrica donde malviven prácticamente hacinados más de 1000.000 cabezas de ganado porcino.



Inevitablemente me acuerdo de esa noticia en la que dos turistas alojados en una casa rural de un pequeño y seguro que encantador municipio, se quejaban de que a primera hora de la mañana había un gallo empeñado en sacarles de su sueño reparador.
Un gallo cantando a primera hora de la mañana, lo más habitual en cualquier entorno rural. Lo que no es habitual es que en algunos pequeños pueblos huela más fuerte el ambientador que otra cosa para tratar de tapar la pestilencia que sueltan las enormes granjas de cerdos que se van ubicando en lo que algunos llaman la España vacía o vaciada pero que realmente es la España más abandonada que podamos imaginar.
Ya hay plataformas vecinales en pueblos de Albacete, Cuenca, Toledo, Zamora o Ávila, por ejemplo porque se sabe, con datos que se pueden verificar, que la ganadería intensiva acelera la despoblación y para los pequeños pueblos de nuestro país eso es una sentencia de muerte.
Desde que llegó la enorme granja de Balsa de Ves, en Albacete, con sus 100.000 cerdos anuales, se ha ido poco a poco el 40% de los vecinos que tenía el pueblo.
Los demógrafos lo dejan muy claro, este tipo de ganadería no produce renta al flujo del pueblo, no genera tejido económico en la zona y por tanto no ayuda a que se mantenga y mucho menos se desarrolle tejido social. Al final lo que consigue es que se vacíe aún más los pequeños municipios en los que se asientan, hasta hacerlos desaparecer por completo.



Ecologistas en Acción confirma esta tendencia, en centenares de municipios con menos de 5.000 habitantes, alejados de grandes ciudades, en los que se han ido instalando granjas de ganadería intensiva de cría de cerdos, el 74% de ellos han ido progresivamente perdiendo habitantes. La convivencia es imposible.
No hay entorno natural que lo soporte, no se puede plantear ni turismo rural, ni ecológico, ni rutas deportivas o culturales por la zona.
La ganadería intensiva arrasa con todo y se sabe que es así pero las grandes granjas están financiadas por grandes empresas y grandes juntas de accionistas que sólo ven los beneficios a corto plazo de sus inversiones y después puede que sean ellos mismos los que cobren a los gobiernos por limpiar lo que estas granjas han destruido, asolado o contaminado.
La pregunta es sencilla y sólo tenemos que responderla en primera persona, si vivieras en un pequeño pueblo ¿tú a qué querrías que oliera tu pueblo, a campo o a mierda, a vida o a muerte? La respuesta también es muy sencilla ¿verdad?