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A ver si ahora no se van a poder tener discrepancias o puntos de vista distintos, que parece que sólo se puede caminar junto a personas que piensen en todo exactamente igual que tu ¡qué aburrimiento más absoluto! Eso no pasa en el movimiento feminista, aquí no se aburre nadie al menos en ese sentido porque el feminismo es discrepancia aunque el objetivo es común y está muy claro: la igualdad real.

La discrepancia nos enriquece, nos obliga a articular nuestros propios pensamientos, a contrastarlos con los de las demás, nos obliga a escuchar con ganas de comprender. La discrepancia nos hace mejores, nos amplia la perspectiva y nos empuja a la empatía. La discrepancia no siempre es división y esa división no siempre es ni absoluta ni eterna. Pero no faltarán voceros que se empeñen en definirla de ese modo.

«La división del feminismo» ha sido el titular en el que han coincidido incluso algunos periódicos esta semana ¡qué ya es casualidad!

Coincidencias como estas se han repetido en piezas de informativos igual que en estos dos artículos, ha sido una tónica bastante generalizada que nos debería obligar a pensar por qué ocurren estas casualidades y sobre todo y más importante: a qué se debe, qué se busca, a quién se ataca y a quién beneficia.

Feminismo es discrepancia también en la calle

Sí, eso ha sido lo más importante de la semana: miles de mujeres han salido a la calle con la sana intención de reivindicar la igualdad para todos y con la sana intención también de poner el foco de atención en distintos aspectos de esa lucha por la igualdad, los que a cada una o a cada colectivo le han parecido más importantes.

No se ha olvidado a las mujeres de Ucrania, ni la solidaridad manifiesta con la población civil de este país que está sufriendo la invasión por parte de las políticas de Vladimir Putin. No se ha olvidado nadie que la violencia machista sigue siendo protagonista en las vidas de miles de mujeres en todo el mundo y también lo es en las marchas feministas que se han desarrollado esta semana. En todas ellas.

Como nadie se ha olvidado de reivindicar que se acabe ya con la brecha salarial entre hombres y mujeres, que se termine la feminización de la pobreza o se rompan definitivamente los techos de cristal. De eso nadie se ha olvidado, en eso han coincidido todas las marchas porque son más propuestas las que hay en común que las que generan discrepancias y las discrepancias no son insalvables. Hay mucho feminismo en la calle y nadie lo va a parar, según datos del CIS el feminismo es la segunda ideología política más arraigada entre los jóvenes.

La ultraderecha está empeñada en ello, ha cosido una de sus banderas con los hilos del antifemismo, de negar la violencia de género y de hablar de una igualdad real que sólo existe en sus bocas, no llega ni siquiera a sus cabezas. La extrema derecha construye relatos de ficción en los que miente descaradamente sobre las políticas de igualdad que se hacen en este país. Niega su eficacia y su necesidad, lo niega todo, por principios o por carecer de ellos ¡quién sabe!

El feminismo es discrepancia y este año discrepamos en…

La abolición de la prostitución

La Unión Europea instó hace años a la Comisión y a los Estados miembros a combatir la trata y la explotación sexual para reducir la prostitución por considerar que es una de las violaciones de los derechos fundamentales de las mujeres, sobre todo de las menores de edad.

Si hablamos entonces de derechos humanos y en Europa se ha llegado a la conclusión de que la prostitución viola los derechos de miles de humanos (sí, miles de mujeres) es lógico pensar que es una práctica que muchas personas quieran abolir.

En lo que discrepan dentro del movimiento feminista es en cómo organizar esa abolición, si mediante los derechos o mediante las sanciones. Un debate que lleva años tratándose y desarrollándose entre las feministas y entre la sociedad en general.

Hay voces, como la de la magistrada del Tribunal Constitucional, María Luisa Balaguer, que apoya la abolición de la prostitución como la ilegalización de los vientres de alquiler. La magistrada ha señalado en distintas ocasiones que son asuntos que deben estar incluidos en la «agenda de la mujer» para lo que hay que plantear distintas leyes mediante las cuales se posibilite la liberación de las mujeres.

Ilegalización de los vientres de alquiler

Otro de esos puntos en los que las feministas discrepan entre sí igual que el resto de la sociedad está aún pensando cómo posicionarse, cómo justificarlo y cómo entender que un deseo no puede ser tratado nunca como un derecho. La discrepancia está más viva que nunca precisamente con la invasión que está sufriendo Ucrania y los testimonios que estamos pudiendo encontrar en ese espectáculo pseudoinformativo que se han montado algunos programas de algunas cadenas de televisión.

Las empresas que se dedican a los vientres de alquiler, según señalan algunas expertas e investigadoras de este tema como puede ser Ana Trejo, tienen previsto alcanzar los 33.900 millones de dólares de beneficio en 2027. Beneficios por la venta de bebés con garantías que por lo visto hasta se pueden devolver si no satisfacen los deseos o las expectativas de los compradores.

La venta de seres humanos muchas pensábamos que estaba abolida desde hace siglos pero parece ser que no del todo.

La Ley Trans

Sí, el tercer palo de la discordia en el movimiento feminista y en la sociedad en general. La Ley de Libre Autodeterminación de Género o que cualquier persona pueda cambiar su nombre y su género en el registro civil con sólo una declaración expresa por su parte pero la ley es mucho más amplia, por ejemplo, plantea la prohibición de las terapias de conversión, esas prácticas que se destinan a modificar la orientación sexual de una persona y que no cuentan con ninguna base científica que las abale.

Muchos de los derechos que se articulan en esta ley es verdad que llevan años en vigor en diferentes comunidades autónomas, sin ir más lejos, la polémica autodeterminación de género está ya vigente en 13 comunidades autónomas de nuestro país.

Quienes no están de acuerdo con la redacción de esta ley hablan de que la figura de la mujer se borra y de este modo, se borran también sus reivindicaciones. La mujer pasa de llamarse «mujer» a ser nombrada como «persona menstruante» y eso para muchas es un paso atrás en la reivindicación y un paso adelante en contra de la igualdad real de toda la sociedad.

Lo que es innegable es que nuestro país siempre ha destacado entre los más avanzados en el apoyo a los derechos del colectivo LGTBI+ y hay numerosas encuestas, realizadas desde distintos organismos y organizaciones, que así lo confirman.

Es evidente que son más los puntos en los que convergen los colectivos feministas que los que nos separan, es evidente que esos puntos en los que se discrepan están cuajados de posibles matices que pueden acercarnos aún más y sin embargo, ha sido evidente que para muchos medios de comunicación la noticia no ha sido otra que la supuesta división irreconciliable del movimiento feminista. Habría que pensar por qué está pasando esto y lo más importante: por qué lo estamos permitiendo entre todos.

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