
El mundo de la moda, el de las grandes firmas, el de siempre, el que rompió moldes cuando no había nada, ese mundo nos fascina y no solo por sus creaciones sino por todo lo que le rodea porque son historia de la moda con mayúsculas, podríamos decir. Las grandes casas de moda italianas que se han sustentado sobre familias enteras, son fabulosos guiones de cine o de series sin quitar un ápice de veracidad a cada una de sus increíbles historias, como la que tiene ETRO.
ETRO es una de esas grandes casas de la moda, de esas que han marcado la diferencia, de esas que se han alimentado solo de miembros de la familia pero que ha tenido que abrir sus puertas más allá del propio apellido para asegurarse la pervivencia. Se acabó la endogamia, se necesitan nuevas ideas para seguir marcando los gustos y las aspiraciones de miles de personas en todo el mundo para seguir siendo parte de esa historia de la moda con mayúsculas
Durante más de 50 años ETRO ha sido sinónimo de lujo y de exclusividad. Ligado a un estampado paisley o cachemir que identificaba fácilmente todas las prendas diseñadas por la firma italiana y ligado siempre a la familia. Como decía Jacopo, el mayor de los herederos de la casa ETRO, mantener el negocio en familia ayudaba a que la marca permaneciera intacta. Quizás justo eso ha sido lo que les ha obligado, hace solo unos meses, a contratar por primera vez en su historia a un director creativo que no es de la familia, que no lleva la marca y la filosofía ETRO en los genes.
Marco de Vincenzo ha sido el elegido, el que va a reinterpretar la herencia de ETRO consiguiendo al mismo tiempo que no pierda ni un ápice de su esencia. Tarea complicada la que tiene por delante, sin duda.

El nacimiento de un imperio
ETRO fue fundada en 1968 por Gerolamo «Gimmo» Etro que había puesto en marcha una empresa para proporcionar textiles a la industria italiana del pret-a-porter. Lo que pasa es que Gimmo, además de trabajar por encargo, también tenía sus propias ideas inspiradas en los chales y batas del siglo XIX de origen francés y sedas de la India, que su esposa Roberta, anticuaria y él mismo, coleccionaban.
Gimmo era un hombre que disfrutaba con el arte y la literatura y en el momento en el que funda la marca, los motivos paisley eran acogidos con pasión por la contracultura de la época porque tenían un punto salvaje, exótico e incluso esotérico muy rompedor con lo establecido en el momento.
Mick Jagger por ejemplo, fue uno de los mejores y mayores embajadores de la marca ETRO al mantenerse fiel durante mucho tiempo a las camisas de la marca italiana, tan fácilmente identificables por el gran público aunque no fueran tan fácilmente asequibles.
En 1984 es cuando se elige la imagen de marca como símbolo identificable de manera inequívoca a pesar de todas sus variantes. En esa misma época, ETRO pasa a diseñar no solo telas sino también accesorios y artículos del hogar.
Antes de que lleguen los 90′ la marca italiana abre su primera tienda en Milán, en un palacio en una de las calles comerciales más famosas del mundo. Abrían en la meca del diseño y de la moda y enseguida llegaron más tiendas en más edificios emblemáticos de Londres, París y Nueva York.

Cambio generacional
Según van creciendo los hijos de Gimmo van aprendiendo el negocio de la familia, cada uno por una línea y con una trayectoria personal distinta. Es casi como un guion de cine.
Jacopo, el mayor, deja la universidad y se centra en dirigir las divisiones de accesorios y telas para el hogar. Será el Director Creativo de la División de Textiles del Hogar de Etro a partir de 1982.
Kean, el segundo hijo, empieza a trabajar en la empresa al cumplir los 22 años ayudando en el showroom, en el almacen y a los clientes. Será el Director Creativo de la linea masculina de pret-a-porter en 1990. Hizo que la línea evolucionara y sobre todo creciera pasando del diseño de corbatas y camisas a un vestuario completo masculino y llegando a un vestuario completo también femenino.
Ippolito se encargó de expandir y asentar el negocio de moda en Nueva York, es el Director Ejecutivo de Etro USA, quizás sea el puesto menos creativo de todos los hermanos y sin embargo Ippolito inspira la campaña de AniUomini de finales de los 90.
Verónica es la menor de los cuatro hermanos, de los cuatro hijos de Gimmo. Ella se centró en el taller familiar y con solo siete años ya opinaba sobre los colores de las colecciones de Etro. Se graduó en Central Saint Martins a finales de los 90′ y se unió al mayor de sus hermanos, Kean, en el departamento de ropa de mujer del que es Directora Creativa desde el año 2000 siendo la responsable de las colecciones femeninas de la marca.
Dicen sus trabajadores y los que conocen la marca que a pesar de los cambios y del crecimiento internacional de Etro sigue existiendo cierta sensación familiar o de pertenencia en sus oficinas milanesas. Hablamos de que una sola familia ha conseguido levantar 140 establecimientos de lujo en más de 58 países repartidos por todo el mundo.
Según cuentan que dijo alguna vez Kean Etro, las compañías familiares pueden derrumbarse el día que no haya un gran risotto a la milanesa en la mesa. Es evidente que en Etro ha habido y hay rissotto de sobra y no solo para la familia, que ahora hayan pensado que abrir su casa le aseguraba el futuro a la compañía no es más que añadir un nuevo cubierto para el recién llegado, siempre que sepa seguir manteniendo esa imagen de marca, esa sensibilidad y esa elegante decadencia de una firma como es Etro. No es fácil pero seguro que tampoco es imposible.

Ni la primera ni la única
Salvando las distancias de la situación actual de la casa Etro, lo de abrirse a nuevas ideas y nuevos diseños recuerda mucho al momento en el que un jovencísimo John Ford aterrizaba en Gucci.
Salvando las distancias económicas, emocionales y empresariales las dos casas de moda italianas nacen del trabajo de una familia y en un momento ven como una opción interesante abrir sus engranajes creativos a talentos de fuera de la familia. Talentos que las mantienen a flote o que incluso las hacen crecer por encima de lo que habían imaginado.
En «La casa Gucci» de Ridley Scott se ve todo el proceso de crecimiento y decadencia de un emporio de la moda y sí, la realidad vuelve a parecernos el guion de una película, solo había que encontrar los actores que se metieran en la piel de los protagonistas para contar la historia.