
No sé si la lluvia en Sevilla es una maravilla como decían en uno de los clásicos del cine, de lo que no hay duda es de que los Goya para Sevilla son una maravilla y la última Gala de los Goya es una prueba de ello lo miremos por donde los miremos.
El sábado 11 de febrero se celebraba en Sevilla la 37ª edición de los premios Goya, los premios del cine español. Donde se elige la mejor película de todas las estrenadas el año anterior. Se premia al mejor actor a la mejor actriz, al mejor montaje y un larguísimo etcétera de premios y premiados que forma parte con su labor de que la industria del cine en nuestro país no deje de crecer, de aprender, de mejorar y de crear.
El propio alcalde de la capital andaluza, en declaraciones a la televisión pública de esta comunidad, señalaba con rotundidad que la gala de los Goya había sido todo un éxito para Sevilla.
Según cálculos realizados por la alcaldía de la ciudad, el impacto en publicidad que supuso la emisión de esta última gala de los Goya ha sido de 57 millones de euros, algo que es imposible de sufragar para Sevilla, una de las ciudades más importantes de nuestro país.
Porque el cine es una industria que puede ser muy beneficiosa que de hecho lo es, pero de una forma poco tradicional, es complicado medir ese beneficio y además, en muchas ocasiones es un beneficio a medio y largo plazo.
La ceremonia de la Gala de los Goya se convirtió en lo más visto de la noche del sábado en televisión. Es verdad que no ha llegado a los niveles de audiencia que alcanzó su emisión antes de la pandemia, pero también es verdad que las audiencias de televisión, en general, no han dejado de bajar desde ese punto de inflexión así que quizás, estemos hablando de unas cifras que no se recuperen nunca.
Sin embargo, el seguimiento en redes durante la noche de emisión y los días posteriores, es algo que no se mide como se debería y es algo que se tendría que tener mucho más en cuenta cuando hablamos del impacto que ha tenido en la audiencia un evento como este y no solo en la audiencia de nuestro país.



De gala
Una gala sencilla e incluso elegante en las formas, los tiempos y las intervenciones de los dos presentadores, Antonio de la Torre y Clara Lago. Una gala simpática sin necesidad de ser graciosa, una gala amable y entrañable en algunos momentos, una gala reivindicativa que no quiso herir la sensibilidad de nadie. Una gala que a veces parecía espontánea y a veces incluso lo era, como el momento de Clara Lago con el regreso a su asiento de María Herrera, una de las ganadoras del Goya al mejor cortometraje por «Arquitectura emocional 1959».
En general una gala correcta y entretenida en la que sobre todo se habló de cine, del que hace taquilla pero no opta a premios, del que crea cultura y conciencia y sobre todo, del que cambia el encuadre de las historias porque había mucho cine hecho con ojos de mujer y eso es noticia porque no ha sido lo más frecuente nunca ¡ojalá en esta gala no haya sido un espejismo y se repita a partir de este año en cada nueva gala!
Los pequeños detalles también han tenido su hueco en la Gala de los Goya, las uñas de Rodrigo Sorogoyen pintadas con los colores de la bandera trans como reivindicación y homenaje o el vestido que llevaba Juliette Binoche cuando recogió su premio de honor, firmado por el diseñador español recientemente fallecido Paco Rabanne. Todo suma y todo se tiene en cuenta en una gala como esta si se sabe jugar con los símbolos, los focos y los mensajes.
Los mensajes, los de agradecimiento con los que invariablemente nos torturan algunos de los premiados, eso así, es inevitable y no hay más. Como contrapartida otros mensajes son redondos, como el que lanzó Susi Sánchez, al recoger su Goya a mejor actriz de reparto por Cinco Lobitos.
Como dijo ella misma, tenía necesidad de decir lo que dijo y así lo hizo, reivindicando la igualdad, que no es algo en lo que solo debamos empeñarnos nosotras sino todos y que nunca se puede plantear como una lucha sino una búsqueda de acuerdos porque “todos estamos juntos en esta sociedad y si la sociedad es un desastre está en nuestras manos arreglarla”.
Hubo incluso algún mensaje del comentarista de la gala en TVE, el genial Carlos del Amor que cuando se anunció el Goya para “Argentina 1985” como la mejor película iberoamericana y mientras subían sus flamantes galardonados al escenario, él ponía voz al pensamiento de miles de espectadores diciendo:
“Qué envidia se siente al ver al dictador juzgado y condenado y no muriendo tranquilo en una cama”.
De cine
De cine español que terminaba el año 2022 con una taquilla de 82 millones de euros, casi el doble de lo recaudado en 2021. Un crecimiento espectacular que merece mucho la pena destacar teniendo en cuenta que estamos hablando de una de las industrias más importantes de nuestro país.
18 películas españolas consiguieron más de un millón de euros en taquilla. La que más, como se mencionaba en la Gala de los Goya por Antonio de la Torre, la que más la dirigida por Santiago Segura “Padre no hay más que uno 3”, seguida por una película de animación, “Tadeo Jones 3” que recaudó más de 11 millones de euros en nuestro país.
El año pasado, el cine español llevó a las salas de cine a 13 millones de personas, recaudó algo más de 80 millones de euros y consiguió el 21% de la taquilla total. Son cifras positivas a las que hay que sumar el recorrido de todas esas películas en las distintas plataformas que tenemos contratadas. La vida de muchas de las películas que se mencionaron en la Gala de los Goya no ha terminado porque hayan salido ya de las salas y mucho menos de las películas que se llevaron algún premio.
La gran ganadora, As bestas, ha recuperado con creces lo que costó producirla, por si alguien sigue dudando de lo rentable que puede ser el cine o por si sigue la matraca de las subvenciones que no tiene por donde sostenerse.
As bestas tuvo un presupuesto en torno a los 3’5 millones de euros y la recaudación en taquilla, antes de la Gala de los Goya estaba muy cerca de los cuatro millones y medio. Después de la gala seguro que sube mucho más así que el beneficio económico es más que evidente.


Gracias a sus premios y sus premiados se habló de la España vaciada, de cine, de ecología y de medio ambiente. Gracias a su éxito y repercusión se pueden ya recorrer las comarcas donde se rodaron algunas de sus secuencias más impactantes, se conoce incluso más una de las fiestas más ancestrales de las que se celebran en nuestro país como es “a rapa das bestas” y se muestran las necesidades del mundo rural de una forma serena y sincera.
No se puede pedir más a la fábrica de ilusiones que es el cine ni a la Gala de los Goya que nos contó cómo está el cine español, que parece que se va haciendo mayor y poniéndose más femenino que nunca y no nos podemos alegrar más.